lunes, 14 de marzo de 2011

HANNI OSSOTT




POESÍA, ATENCIÓN Y REVELACIÓN





Edvard Munch (1863 - 1944). Pintor noruego. Starry Night, 1923-1924





A veces retorna
en la inmóvil calma del día, el recuerdo
de ese vivir absorto, en la luz asombrada…
Cesare Pavese, La Notte





Nosotros no sabemos mucho qué son las cosas, los árboles, ni el mar…aún menos qué puedan ser las formas del amor o del disgusto, formas más complejas del vivir. Nosotros sabemos poco del dolor ajeno. Una vasta extensión de silencio cubre la vida, y todo debemos averiguarlo. Debemos inquirir, develar. Todos los días, durante cada hora, nos ejercitamos en la ignorancia. No sabemos del color de una flor hasta el momento en que ensimismados en ella nos entregamos a ella.

Todo el cuerpo, todos los sentidos parecieran estar cerrados al hombre que marcha automáticamente de aquí a allá, casi sin conciencia o con el mínimo de ella. El hombre se afana y en ese afán descuida la realidad. El poeta, sin embargo, se ocupa de la realidad, la hace. La tarea del poeta es entresacar y rescatar a las cosas de lo indiferenciado. Rilke nos dice:

El espacio empieza en nosotros y traduce las cosas:
para lograr la existencia de un árbol,
arroja a su alrededor espacio interno, de aquel espacio
que en ti se hace esencia. Rodéalo de tu comportamiento.
El árbol no se limita. Sólo en la forma dada
en tu renuncia se hace árbol verdadero.

(Rilke, Rainer Maria. «Rosal silvestre».)



Helmuth Westhoff (1891 – 1977). Pintor alemán. Rilke
Rilke tuvo posiblemente una relación sagrada con las cosas. Él cantó al misterio y a la develación del mismo. En «Rosal silvestre »dice  que «el espacio empieza en nosotros y traduce a las cosas». Esto quiere decir que el «afuera» no es sino pura interioridad, que no tenemos más que una gran interioridad pero que ella es sólo potencia y posibilidad.

En esa interioridad hay casas, fuentes, frutos, árboles que esperan ser. Por ese espacio interior es posible o no «lograr la existencia del árbol». De manera que el hombre tiene la obligación de que las cosas sean, como si tuviese que hacerlas otra vez, siempre otra vez. Como si sufriese de olvidos y tuviese que recuperar las cosas siempre de nuevo. Haz el árbol en ti – dice Rilke en el poema. Pero además Rilke va más allá y dice: « El árbol no se limita. Sólo en la forma dada en tu renuncia se hace árbol verdadero». Esto quiere decir que debemos renunciar a los prejuicios. También Wallace Stevens ha hablado de esta renuncia al saber cuando dijo: «El poema sólo se revela al hombre ignorante». Debemos no –saber el árbol para que éste sea en su ser, para saberlo. Aquí saber y ser se juntan en una unidad. El ser llega como saber. Su revelación, su existencia se «saben», pero allí donde damos paso a nuestra ignorancia. Sé el árbol, lo sé porque ha crecido en mí, mi espacio le ha otorgado espacio, es decir, existencia. Este acontecimiento exige de cierto sosiego en el vivir. Cuando vivimos apresurados no hacemos realidad.

En la premura hay distracción y nada allí puede entrar o hacerse en nosotros. El hacer realidad requiere de un ritmo más pausado, porque hay allí entrega, vocación de entrega y atención. El poeta se ejercita en esta vocación de hacer realidad y de entregarse, disponerse a ella. La poesía es revelación de los seres, de las cosas. El mundo está dormido y el poeta a partir de la revelación lo despierta. El poema es el mundo hecho carnalidad y saber. Denise Levertov dice del arte: «La sustancia, el medio, de un arte es una encarnación; no referencia sino fenómeno».

Si cada uno de nosotros hubiese perdido el contacto con el estar-en-contacto, si se ha perdido una vez la intimidad con la revelación, ¿qué podríamos decir o expresar? Por el estar-en-contacto surge como posible la expresión. El trabajo del poeta, su ejercicio y su práctica consisten en una iniciación permanente. Por la iniciación alcanzamos otro ámbito. Nos preparamos. El poeta se inicia para entrar en contacto y así se prepara. Los modos de ese ritual iniciático son infinitos. Y puede ser que allí aún no llegue nada y que todo esté por venir. O que esa nada que embarga a la realidad sea ya un modo de su presentación.

Tenemos nuestras cosas, una tarde, una suerte de luz o un silencio. Tenemos cada uno un modo de recogimiento, una gramática corporal, a veces ya demasiado estudiada y hecha consciente para disponernos a ese entrar en contacto. Entrar en contacto es ser «tocado», ser alcanzado por la inminente presencia de una realidad, un fragmento, un pedazo de realidad hechos presencia en nosotros. Y cuando esto ocurre, la mirada hacia lo exterior y lo interior se aúnan hacia la escucha más profunda. Lo que llega, llega como si fuese de afuera, pero es nuestra alma la que edifica en sí al entorno, y así, vemos crecer en nosotros las cosas, primeramente apenas presentidas, y luego dibujándose y haciéndose desde nuestra interioridad hacia fuera.

Y luego vienen las palabras como una necesidad, una necesidad expresiva. Y quizás a veces no tenemos suficiente paciencia para demorarnos en el espacio de la revelación y urgidos queremos expresarlo lo más prontamente. O a veces ese espacio en que entramos en contacto se nos hace difícil de soportar. Por ello, Rafael Cadenas en su libro Realidad y literatura dijo: «De la sensación a la palabra hay un trecho, el espacio de una magnificencia, pero también de un desequilibrio: Los seres humanos, en lugar de demorarse en ese espacio silencioso en que ocurre el contacto esencial, acuden apresuradamente a refugiarse en la palabra».

También Fernando Pessoa notó esa tendencia en nosotros a ahogar el espacio de la revelación. En uno de sus poemas dice:

Lo esencial es saber ver
Saber ver sin estar pensando,
Saber ver cuando se ve,
y ni pensar cuando se ve
ni ver cuando se piensa.

(El guardador de rebaños)

Jacob Porat. Fernando Pessoa



Saber es para Pessoa un acallar el pensar. Un darle vacancia al pensamiento. Como si éste fuese un estorbo para el ver.

En otro poema Pessoa retoma el ver y dice que éste debe estar despojado de la temporalidad y del pensamiento y se exige un ver colmado, donde se es uno con  lo mirado, se es allí lo que se ve:

¿Qué es el presente?
Es una cosa relativa al pasado y al futuro.
Es una cosa que existe en virtud de que existen cosas.
Yo quiero sólo la realidad, las cosas sin presente.
No quiero incluir el tiempo en mi esquema.
No quiero pensar en las cosas como presentes; quiero pensar en
 ellas como cosas.
No quiero separarlas de sí mismas, llamándolas como presentes.
Ni como reales las debería llamar
No las debería llamar de ningún modo.

Yo debería verlas sólo verlas;
verlas hasta no poder pensar en ellas,
verlas sin tiempo, ni espacio,
ver pudiendo dispensarlo todo menos lo que se ve.
Ésta es la ciencia de ver, que no es ninguna.

(Fernando Pessoa)

Dagmara Borowicz Skalska. Martin Heidegger
Lo esencial nos llega pues, antes de toda palabra y en momentos de ignorancia. Lo esencial, nos muestra Pessoa, aparece en un ver «sin tiempo, ni espacio», un ver sin pensar. Lo esencial surge donde el disturbio de palabra y pensamiento se ha acallado. De este mismo modo se expresa Heidegger; «Si el hombre debe encontrar de nuevo el camino hacia la proximidad del ser, entonces tiene primero que aprender a existir en lo innominado.[...] Antes de hablar el hombre tiene que dejar que el ser nuevamente le dirija la palabra, corriendo el riesgo de que , embargado de este modo, no tenga nada que decir o sólo muy rara vez, Únicamente así se devuelve a la palabra la preciosidad de su esencia y al hombre la morada para que habite en la verdad del Ser”. (Heidegger, Martin: Carta sobre el humanismo)

El habla desde el ser, el habla esencial, exige al hombre curarse de su Noche. El habla nocturna es habla en fractura, habla herida. El poeta que habla el habla esencial depone su individualidad para dar paso a las cosas, al ser de las mismas. Ellas entonces imponen su ámbito, otorgan espacio, abren mundo. Y el poeta allí atiende, recibe por la escucha. Por esa recepción, dice Rilke, las cosas se vuelven «cosas pensativas».

Calla de puro oír, de puro asombro,
tú, mi más honda vida;  
porque ya sabes qué de ti quiere el viento
antes de estremecer los abedules.

Y una vez que el silencio te haya hablado
concede la victoria a tus sentidos
a cada soplo, entrégate y concédete:
él te dará su amor, te mecerá.

Y entonces, alma mía, sé ancha y ancha,
que te alcance la vida;
ensánchate como un traje de fiesta
sobre las cosas pensativas.
                                              
( Rilke, Rainer María:« De las poesías juveniles»)
                                                                      
En el andar y despliegue de la revelación vaciamos nuestra individualidad y nuestra historia. Lo importante ahí es hacer presencia. Permitir la presencia, ser inundado por ella desde la ignorancia y el asombro. Entonces comienza el ver , un ver que es un constatar puro, un volver a conocer, un reconocer. Allí sólo descubrimos que las cosas son. Las cosas son y están cercadas y cerradas por misterio o no. A nuestro silencio y a nuestra ignorancia se aúna ahora el silencio de la presencia inminente de las cosas. ¡Quién puede ya hablar allí? No el «yo», no la conciencia ni el inconsciente:

Cuando él se marcha
su lugar lo ocupa
un sosiego.

Hoguera donde ya no hay sombras
sino presencias.

(Rafael Cadenas: Memorial)



Rafael Cadenas
En la revelación sólo queda una línea delgada del «yo», una cantidad mínima de «yo», la suficiente para atestiguar, de la presencia, y el alma se vuelve sólo ojo y mirada. Rafael Cadenas dice que cuando esto acontece, cuando el «yo» se marcha, «su lugar lo ocupa un sosiego»…No se trata de instalarse en el reino de las cosas, se trata de que ellas se instalen en nosotros y se abran espacio. Por la revelación no nos apropiamos de un espacio o  de un objeto, no se trata de ejercer un dominio, se trata de deponer todo dominio y ejercitarse en la vacancia que otorga el silencio del pensar y del hablar. Allí entonces se inicia otro saber y aparece otro iluminar. Podemos hablar de saber poético, un saber que no es apropiador, un saber que es puro transcurrir de la experiencia. Las cosas son allí y son suficientes. Ellas descansan en sí mismas, ellas irradian su estar ahí. Son presencia.

Por el saber ordinario comerciamos con las cosas. Las ordenamos o fragmentamos. En el saber poético que se da en la experiencia de revelación debemos deponer todo comercio, las palabras si acaso llegan, advienen después…En la experiencia de revelación la realidad se deja estar. Ella es la que dicta ahora la palabra, desde su vasto silencio.



Denise Levertov
Poesía es atender a la realidad, el atender es un cuidar y un contemplar; y es un advenir. El poeta se ocupa de la atención: «Todas mis reflexiones sobre la poesía vuelven a conducirme, siempre, a la Reverencia por la Vida como el terreno de la actividad poética porque me parece el terreno de la Atención […] Sin Atención –hacia el mundo exterior, hacia las voces interiores– ¿qué poemas podrían existir? La atención es el ejercicio de la Reverencia hacia ‘otras formas de vida que quieren vivir’» (Levertov, Denise).

Este atender en la experiencia poética es un atender pasivo y receptor. Denise Levertov nos dice: «el poeta no se entrega a ‘búsquedas irritadas’ sino que espera en apasionada pasividad (Capacidad Negativa) hasta que el pensamiento y el sentimiento cristalizan […] en palabras que no han sido perseguidas sino que llegan, mágicamente invocadas por su propia necesidad».

No existe una diferencia o disociación entre la palabra y lo revelado. Lo revelado llega y ofrece un ritmo propio. El poeta escucha, y si acaso es posible transcribe, traduce, recoge esa experiencia, en apariencia intransferible, porque las palabras serán siempre un límite, un cerco…

Levertov, citando a Hopkins, dice que «el ser de las cosas tiene paisaje interior, tiene una melodía que el poeta recoge […].

El poeta se demora en la revelación de ese paisaje interior, se demora en la visión y en la escucha. Pasividad, espera y silencio conforman también esta demora. Y desde allí, no se sabe nunca si puede surgir o no una palabra, la expresión.

La demora en la experiencia de una imagen puede volverse recuerdo para muchos años. El poeta atesora imágenes reveladas, unas son asequibles al poema de inmediato, otras no se hacen verbo jamás y otras serán reescuchadas. Para los otros lo importante es la imagen hecha carnalidad y verbo, para el poeta lo importante es la luz de la revelación:

Aunque a menudo el reflejo
en el agua se nos borre:
¡experimenta la imagen!

(Rilke, Rainer María:«Soneto IX»).


Texto tomado de: Imágenes, voces y visiones.






Hanni Ossott
(Caracas, 1946 - 2002) Poeta, ensayista, traductora, investigadora y docente universitaria venezolana.

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