miércoles, 28 de diciembre de 2011

VICENTE GERBASI



OH, ALMA ERRANTE EN EL BOSQUE


Mercedes Ascanio. Poeta y artista venezolana. 2010



Todo mi ser dormía en la celeste morada de los estanques
como si en mí los días movieran un jardín encantado,
y veía pasar las aldeas hacia un atardecer de olvido
en un silencio de lirios y de ríos.

Tenía el secreto de que la alondra lleva en su corazón al día
y que en su canto de cielo alguien puede llorar.

Comprendí que el mundo todo era un secreto:
un maravilloso y dolorido secreto,
en que todo puede cesar con el vuelo de una estrella.

Silencioso me hice como un viejo jardín lleno de sombras,
y vi que los aires sangraban por la espina de la rosa,
y el dolor se miraba en las fuentes dormidas,
cuando los días pasaban bañando de lágrimas los rostros.

Oí cantar los pastores y les vi caer en el día
bajo los astros que la noche abandona.
Oí el gemido de los niños rotos como nardos,
vi la muerte callada como árboles talados,
mientras los días pasaban bañando de lágrimas los rostros.

Y mucho más comprendí, inundándome de sombras
hacia mi bosque de sueños adulto de rumores,
como un amor que se engendra entre la tierra y el cielo,
y mi corazón se hizo entonces del tamaño del mundo.

Fui el perseguido, el abandonado, el tremendo,
y sobre mi cuerpo cayeron los árboles robustos,
pesados, como tormentas, de inviernos y de estíos.
Pero alguien aún me llama desde la primavera...




Vicente Gerbasi
Canoabo, 1913 - Caracas, 1992. Poeta y ensayista venezolano


JAMES KIRKUP


jueves, 22 de diciembre de 2011

WANG WEI






El cultivo de las letras no necesita del trato mundanal.
Ardua es la ciencia de la filosofía, y, para lograrla, camino
     solo.
Amo los puros arroyuelos que serpentean entre las rocas.
Y amo también mi rústica cabaña, tan sosegada en medio
     de los pinos.


WANG WEI
(Dinastía T´ang, 701-761).



ANNA AJMÁTOVA



TIERRA NATIVA



 
Horacio Ferrer de Morgado (1894-1978), pintor español. Madre tierra





No hay gente en el mundo menos
[dada al llanto,
Más sencilla y altiva que nosotros.
1922


     No la llevamos en amuletos sobre el pecho,
     ni componemos versos quejumbrosos sobre ella.
     No altera nuestro amargo sueño,
     ni la consideramos el cielo prometido.
     No es en nuestra mente
     objeto de compra o venta.
     Sufriendo, enfermos, errantes sobre ella,
     ni siquiera la recordamos.
             Sí, para nosotros, es el barro de los chanclos,
             para nosotros, sí, es la arena que cruje entre los dientes.
             Y pisamos, aplastamos, deshacemos
             ese polvo que no tiene culpa.
     Pero yacemos en ella y en ella nos convertimos
     y por eso, con toda libertad, la llamamos nuestra.


Leningrado, 1961

                    




Anna Ajmátova
(1889-1966). Poeta rusa.
                     

miércoles, 21 de diciembre de 2011

JOSÉ HIERRO



DESTINO ALEGRE


Carlos de Haes (1829 – 1898). Pintor español. Camino en la cercanías de Villerville, 1877


 Nos han abandonado en medio del camino.
Entre la luz íbamos ciegos.
Somos aves de paso, nubes altas de estío,
vagabundos eternos.
Mala gente que pasa cantando por los campos.
Aunque el camino es áspero y son duros los tiempos,
cantamos con el alma. Y no hay un hombre solo
que comprenda la viva razón del canto nuestro.

Vivimos y morimos muertes y vidas de otros.
Sobre nuestras espaldas pesan mucho los muertos.
Su hondo grito nos pide que muramos un poco,
como murieron todos ellos,
que vivamos de prisa, quemando locamente
la vida que ellos no vivieron.

Ríos furiosos, ríos turbios, ríos veloces.
(Pero nadie nos mide lo hondo, sino lo estrecho)
Mordemos las orillas, derribamos los puentes.
Dicen que vamos ciegos.

Pero vivimos. Llevan nuestras aguas la esencia
de las muertes y vidas de vivos y de muertos.
Ya veis si es bien alegre saber a ciencia cierta
que hemos nacido para esto.



 
José Hierro
(1922 – 2002). Poeta Español.

martes, 20 de diciembre de 2011

GUILLEVIC



ESTRELLA

M. C. Escher. artista neerlandés (1898 - 1972) - Estrellas



Estrella saciada
De fuego, de frío

Estrella saciada
Del fuego de las leyes,

Del espacio rey,
Del tiempo rey supremo,

Estrella saciada
De la poca vida,

Cae si es tu gusto
Más allá del espanto.






Caspar David Friedrich (1774-1840). Pintor alemán. Hut under Snow




Es curioso
Cómo el invierno se socaba

Y cava
Siempre más hondo o si no más ancho.

Habrá,
Sin embargo, finalmente

Una gran superficie plana
Ocultando las huellas de su trabajo,

Como si él mismo
Se hubiera sepultado adentro.



ROSA


Pierre-Joseph Redouté, pintor francés (1759 -1840) - Rose



     
     Así, entonces, rosa
A pesar

De los mimos, las repeticiones,
Los análisis, las descripciones,
Las líricas modulaciones,
Las amorosas devastaciones,

Aún a pesar
De las comparaciones,

Tú continúas
Idéntica.


De: Estuario (1965-1975)




Eugène Guillevic
(Carnac, 1907 – París  1997). Poeta francés.

viernes, 16 de diciembre de 2011

RAFAEL ALBERTI



RETORNOS DEL AMOR EN LOS VIVIDOS PAISAJES


Ana María Parra Gómez (San Sebastián, 1928) Pintora española. 


Creemos, amor mío, que aquellos paisajes
se quedaron dormidos o muertos con nosotros
en la edad, en el día en que los habitamos;
que los árboles pierden la memoria
y las noches se van, dando al olvido
lo que las hizo hermosas y tal vez inmortales.

Pero basta el más leve palpitar de una hoja,
una estrella borrada que respira de pronto
para vernos los mismos alegres que llenamos
los lugares que juntos nos tuvieron.
Y así despiertas hoy, mi amor, a mi costado,
entre los groselleros y las fresas ocultas
al amparo del firme corazón de los bosques.
Allí está la caricia mojada de rocío,
las briznas delicadas que refrescan tu lecho,
los silfos encantados de ornar tu cabellera
y las altas ardillas misteriosas que llueven
sobre tu sueño el verde menudo de las ramas

Sé feliz, hoja, siempre: nunca tengas otoño,
hoja que me has traído
con tu temblor pequeño
el aroma de tanta ciega edad luminosa.
Y tú, mínima estrella perdida que me abres
las íntimas ventanas de mis noches más jóvenes,
nunca cierres tu lumbre
sobre tantas alcobas que al alba nos durmieron
y aquella biblioteca con la luna
y los libros aquellos dulcemente caídos
y los montes afuera desvelados cantándonos.


Rafael Alberti
(1902 – 1999). Poeta español.


HANNI OSSOTT













miércoles, 14 de diciembre de 2011

GONZALO ROJAS



EL POLVO DEL DESEO
  

 
Cayetano de Arques Buigas (1932). Pintor español



Por mucho que la mano se me llene de ti
para escribirte, para acariciarte
como cuando te quise
arrancar esos pechos que fueron mi obsesión en la terraza
donde no había nadie sino tú con tu cuerpo,
tú con tu corazón y tu hermosura,
y con tu sangre adentro que te salía blanca
reseca, por el polvo del deseo:

Oh, por mucho que tú hayas sido mi perdición
hasta volverme lengua de tu boca,
ya todo es imposible.
Allá abajo los barcos me esperan. Con su ruido
me estoy partiendo de todas las cosas,
de tu carácter y de tu belleza.

Me estoy partiendo de eso que eres tú
hoy que tu cuerpo sabe a quemadura
y se te escapa el fuego por la herida.

De eso me estoy partiendo, y empiezo a despegar
con la primera luz, cortando el agua inmóvil
que se parece al filo de tu piel, cuando sopla
sobre ella el viento de mi desesperación.

Hubo una vez un hombre. Hubo una vez
una mujer vestida con tu cuerpo desnudo
que palpitaba adentro de todas mis palabras,
los vellos, los destellos
de una mujer sellada por mi propia locura,
que tenía tus mismos labios, tus mismos ojos.

Pero de esa mujer no quedas sino tú
sin labios y sin ojos.
Para mí ya no quedas sino como la forma
de una cama que vuela por el mundo
y que nunca podré compartir con tu encanto,
porque estaré partiendo cada día de ti,
más lejos y más hondo
a medida que pueda poseer tu hermosura.

Tú llorarás a mares
tres negros días, ya pulverizada
por mi recuerdo, por mis ojos fijos
que te verán llorar detrás de las cortinas de tu alcoba,
sin inmutarse, como dos espinas,
porque la espina es la flor de la nada,
 y me estarás llorando sin saber por qué lloras,
sin saber quién se ha ido:
si eres tú, si soy yo, si el abismo es un beso.

Todo será de golpe
como tu llanto encima de mi cara vacía.
Correrás por las calles. Me mirarás sin verme
en la espalda de todos los varones que marchan al trabajo.
Entrarás en los cines para oírme en la sombra del murmullo. Abrirás
la mampara estridente: allí estarán las mesas esperando mi risa
tan ronca como el vaso de cerveza, servido y desolado.

Quiero que aquí te acabes
con tu cuerpo dotado de pelaje divino,
que se te salga el cuerpo por la espina del llanto.
Tu cuerpo, que era como la flor del movimiento.

Que te mueras de mí. Quiero que aquí te acabes
sin darte mi semilla.


De: La miseria del hombre


 
Gonzalo Rojas
(Lebú, 1917-Santiago, 2011). Poeta chileno.