LA ROSA DE LA BATALLA
Joseph Mallord William Turner (1775 - 1851). Pintor
inglés.
La batalla de Trafalgar vista
desde las jarcias del palo de mesana del Victory
¡Rosa de todas las rosas,
Rosa de todo el Mundo!
Las altas y temblorosas
velas, que se agitan desplegadas
Sobre la marea de las
horas, perturban el aire,
Y el campanario emerge
para ser la protección del agua;
Mientras calmada, o
estentórea con esperanza, una banda
Con el cabello despeinado
y húmedo con la espuma se reúne cerca.
Devuélvanse si pueden de
batallas nunca hechas,
Exclamo, mientras me
pasan uno a uno,
Ningún refugio contiene
el peligro, y la guerra ninguna paz,
Para quien oye al amor
cantar y nunca deja de estar,
Al lado de su corazón
limpio, de su calmada sombra:
Pero reúnanse aquellos
para quienes ningún amor ha hecho
Un silencio tembloroso, o
que vinieron a lanzar
Una canción en el aire, y
el canto pasó
A sonrisa en el pálido
amanecer; y reúnanse ustedes
Quienes han buscado más
de lo que hay en la lluvia o el rocío,
O en el sol y la luna, o
sobre la tierra,
O suspiran entre el
errante, júbilo estrellado,
O vienen sonrientes desde
los labios tristes del mar,
Y libran las batallas de
Dios en los largos buques grises.
El triste, el solitario,
el insaciable,
A esos la vieja noche les
dirá todo su misterio;
El campanario los ha
reclamado por el pequeño llanto
De sus corazones tristes,
que no pueden vivir ni morir.
¡Rosa de todas las rosas,
Rosa de todo el Mundo!
Tu, también, has venido
donde las tenues mareas son desplegadas
Sobre los muelles de la
tristeza, y oído el timbre
La campana que nos llama;
la dulce cosa lejana.
La belleza se puso triste
con su eternidad
Te hizo de nosotros, y
del gris tenue mar.
Nuestros largos buques
sueltan temblorosas velas y esperan,
Porque Dios les a
asignado compartir igual destino;
Y cuando al fin,
derrotadas en sus guerras,
Ellas se hayan hundido
debajo de las mismas blancas estrellas,
No oiremos más el pequeño
llanto
De nuestros corazones
tristes, que no pueden vivir ni morir.
(Traducción:
Víctor
A. Bueno M.)
THE ROSE OF BATTLE
Rose
of all Roses, Rose of all the World!
The
tall thought-woven sails, that flap unfurled
Above
the tide of hours, trouble the air,
And
God's bell buoyed to be the water's care;
While
hushed from fear, or loud with hope, a band
With
blown, spray-dabbled hair gather at hand.
Turn
if you may from battles never done,
I
call, as they go by me one by one,
Danger
no refuge holds, and war no peace,
For
him who hears love sing and never cease,
Beside
her clean-swept hearth, her quiet shade:
But
gather all for whom no love hath made
A
woven silence, or but came to cast
A
song into the air, and singing passed
To
smile on the pale dawn; and gather you
Who
have sougft more than is in rain or dew,
Or
in the sun and moon, or on the earth,
Or
sighs amid the wandering, starry mirth,
Or
comes in laughter from the sea's sad lips,
And
wage God's battles in the long grey ships.
The
sad, the lonely, the insatiable,
To
these Old Night shall all her mystery tell;
God's
bell has claimed them by the little cry
Of
their sad hearts, that may not live nor die.
Rose
of all Roses, Rose of all the World!
You,
too, have come where the dim tides are hurled
Upon
the wharves of sorrow, and heard ring
The
bell that calls us on; the sweet far thing.
Beauty
grown sad with its eternity
Made
you of us, and of the dim grey sea.
Our
long ships loose thought-woven sails and wait,
For
God has bid them share an equal fate;
And
when at last, defeated in His wars,
They
have gone down under the same white stars,
We
shall no longer hear the little cry
Of
our sad hearts, that may not live nor die.
William
Butler Yeats
Poeta
irlandés (1835-1939) Premio Nobel de Literatura, 1923
No hay comentarios:
Publicar un comentario