EL POLVO DEL DESEO
Cayetano de Arques Buigas (1932). Pintor español
Por mucho que la mano se
me llene de ti
para escribirte, para
acariciarte
como cuando te quise
arrancar esos pechos que
fueron mi obsesión en la terraza
donde no había nadie sino
tú con tu cuerpo,
tú con tu corazón y tu
hermosura,
y con tu sangre adentro
que te salía blanca
reseca, por el polvo del
deseo:
Oh, por mucho que tú
hayas sido mi perdición
hasta volverme lengua de
tu boca,
ya todo es imposible.
Allá abajo los barcos me
esperan. Con su ruido
me estoy partiendo de
todas las cosas,
de tu carácter y de tu
belleza.
Me estoy partiendo de eso
que eres tú
hoy que tu cuerpo sabe a
quemadura
y se te escapa el fuego
por la herida.
De eso me estoy
partiendo, y empiezo a despegar
con la primera luz,
cortando el agua inmóvil
que se parece al filo de
tu piel, cuando sopla
sobre ella el viento de
mi desesperación.
Hubo una vez un hombre.
Hubo una vez
una mujer vestida con tu
cuerpo desnudo
que palpitaba adentro de
todas mis palabras,
los vellos, los destellos
de una mujer sellada por
mi propia locura,
que tenía tus mismos labios,
tus mismos ojos.
Pero de esa mujer no
quedas sino tú
sin labios y sin ojos.
Para mí ya no quedas sino
como la forma
de una cama que vuela por
el mundo
y que nunca podré
compartir con tu encanto,
porque estaré partiendo
cada día de ti,
más lejos y más hondo
a medida que pueda poseer
tu hermosura.
Tú llorarás a mares
tres negros días, ya
pulverizada
por mi recuerdo, por mis
ojos fijos
que te verán llorar
detrás de las cortinas de tu alcoba,
sin inmutarse, como dos
espinas,
porque la espina es la
flor de la nada,
y me estarás llorando sin saber por qué
lloras,
sin saber quién se ha
ido:
si eres tú, si soy yo, si
el abismo es un beso.
Todo será de golpe
como tu llanto encima de
mi cara vacía.
Correrás por las calles.
Me mirarás sin verme
en la espalda de todos
los varones que marchan al trabajo.
Entrarás en los cines
para oírme en la sombra del murmullo. Abrirás
la mampara estridente:
allí estarán las mesas esperando mi risa
tan ronca como el vaso de
cerveza, servido y desolado.
Quiero que aquí te acabes
con tu cuerpo dotado de
pelaje divino,
que se te salga el cuerpo
por la espina del llanto.
Tu cuerpo, que era como
la flor del movimiento.
Que te mueras de mí.
Quiero que aquí te acabes
sin darte mi semilla.
De: La miseria del hombre
Gonzalo Rojas
(Lebú, 1917-Santiago, 2011). Poeta chileno.
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