sábado, 26 de noviembre de 2011

PERCY BYSSHE SHELLEY



LA ALONDRA


Samuel Palmer (1805 - 1881). Pintor inglés. The Rise of the Skylark, 1839


¡Salve tú, que del suelo

gallarda te desvías,

más que ave, hija del cielo,

y desde lo alto envías

raudal de no estudiadas y tiernas melodías!

Rival de nubes leves

vuelas a etéreas salas,

al hondo azul te atreves,

y tu cántigo exhalas

en el inmenso espacio sin aquietar las alas.

Radioso cortinaje

decora el sol poniente

y el dorado celaje

hiendes en giro ardiente,

¡Oh, tú, encarnado impulso de gozo insuficiente!

Más y más palidece

la púrpura, y tu vuelo

fugaz se desvanece

bajo el tendido velo;

oigo tu voz vibrante, y en vano verte anhelo,

cual cada aguda flecha

de esa esfera argentada

cuyo foco es estrecha

en la luz dilatada

donde algo el alma siente y el ojo no ve nada.

Cielos y tierra llena

tu alborozado canto,

como luna serena

rasga el aéreo manto,

y en luz el orbe envuelve de misterioso encanto.

                                                                      

Nada hay que emule, nada,

tus potencias ignotas:

no la nube irisada

vertió tan puras gotas

cual de tu pico arpado caen límpidas notas.

Así, ardiendo en la santa

lumbre del pensamiento,

el poeta himnos canta,

y a nuevo sentimiento

de asombro o de esperanza inclina al orbe atento.

Así en feudal palacio

sola una noble dama,

mudo el sereno espacio,

halaga oculta llama

con música doliente que en torno se derrama.

Luciérnaga de oro

así en la húmeda hierba

de luz vierte un tesoro,

y del que audaz la observa

entre la grama y flores perdida se preserva.

Así la abierta rosa

que el follaje guarnece,

su fragancia copiosa

al sutil viento ofrece,

que cargadas las alas, desmaya y se adormece.

                                                                    

Son de lluvia en verano,

que alegra la natura,

tallo que se irguió ufano;

en la Tierra, en la altura,

cuanto hay de gozoso y bello, se humilla a tu dulzura.

Dime, espíritu o ave,

¿qué piensas de continuo?

No hay cítara suave

que amor cantando, o vino,

cual tú arrobarnos sepa en éxtasis divino.

El canto de Himeneo,

el himno de victoria,

a par de tu gorjeo

magia son ilusoria,

libación breve y vana de júbilo y de gloria.

¿Qué objetos ignorados

cantando vas? ¿Qué flores,

fuentes, grutas, collados,

los tuyos son? ¿Qué amores

sólo de ti sabidos? ¿Qué ausencia de dolores?

Desecha tu alegría,

cobardes languideces,

negra melancolía;

nunca tú desfalleces;

amas, y no conoces de amor vulgar las heces.

                                              

Velando o adormidos,

muy más que humanas gentes,

de la Muerte y el Olvido

hondos misterios sientes,

y allá tus cantos ruedan en ondas transparentes.

Hacia atrás y adelante,

tras algo que no existe,

mira el hombre anhelante.

¿Qué sonreír no es triste?

¿A cuál endecha dulce vago pesar no asiste?

Si fuéramos criaturas,

al dolor y al espanto

ajenas, almas duras

incapaces de llanto,    

¿cómo tu voz celeste nos deleitara tanto?

Más que humana elocuencia

que en ecos se dilata,

más que de toda ciencia

que en libros se recata,

¡desdeñador del Mundo!, tu arte al poeta es grata.

¡Oh, si parte siquiera

de ese inextinguible río

de mis labios fluyera

cual mudo me extasío,

absorto el Universo oyera el canto mío!




Traducción: Miguel Antonio Caro




Percy Bysshe Shelley
(1792 - 1822). Poeta, escritor y ensayista inglés.

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