NOCHE Y CRUZ
Por el camino de una
noche mía
anuladora exacta,
entro sin gestos, sin
golpear en vano,
en la noche de todos.
Como ninguna pródiga en
modos de morir,
cuando en secreto el aloe
da renovados zumos
para llegar a
innumerables bocas,
cuando el nocturno pecho
dentro de mí jadea,
la cruz de la noche entra
en la cruz de mis manos
sobrellevada a tientas y
de pie.
Es la noche sin tregua,
la que busca cien muertos
para aprender hasta qué
extremo un solo
agonizante puede
respirar.
Cuando persigue el hombre
sin cesar al hombre
la misma trampa sirve
para el uno y el otro
la misma ausente mano
hace cortar el cuello del
lobo y de la tórtola.
Y la rutina ordena
con más rigor que la
pasión difunta.
Cuando persigue el hombre
en cada sitio al hombre,
a los unos da muertes que
no serían la suya,
al uno quita el alma, al
otro sepultura.
Una metralla ciega hasta
en los muertos cava
y la mano de un niño
cuelga de frescos olmos.
En súbito tumulto
se incendia la noche
desde adentro.
Se reduce el antiguo
lugar para la sombra,
como muros y troncos se
parten las tinieblas.
Desaparecen ellas, las
casas y los bosques.
Una noche con ojos
abiertos para siempre,
ha de seguir en busca de
los perdidos párpados.
Ahora es el tumulto
y la cruz de la noche
silenciosa,
en la cruz de las manos.
De:
Noche
cerrada
Susana
Soca
(1906
– 1959). Poeta uruguaya.
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