HANIA
¿Lo ven?, ésta es Hania, una buena
sirvienta.
Y esto no son sartenes sino aureolas.
Y este caballero con dragón es una imagen
santa.
Y este dragón es algo inútil en este valle
de lágrimas.
Y esto no son corales, es el rosario de
Hania.
Y esto unos zapatos con la punta gastada
de tanto arrodillarse.
Y esto su mantón negro como una noche en
vela,
cuando en la torre de la iglesia suena la
primera campana.
Ella vio al diablo mientras sacudía el
espejo:
era azul, señor cura, con rayas amarillas,
y miraba tan feo y torcía la boca,
¿y qué va a pasar si me anotó en su
cuaderno?
Así es que da a la congregación y da en la
santa misa
y compra un corazoncito con una llama de
plata.
Desde que empezaron a construir la nueva
casa del cura
todos los diablos saltaron a la sombra.
Grande es el esfuerzo de alejar de la
tentación el alma,
y ya la vejez se acerca y los huesos
golpean uno con otro.
Hania está tan flaca y tanto nada tiene
que se pierde en lo inmenso del Ojo de la
Aguja.
Mayo, devuelve los colores, sé como un
sermón de diciembre.
Rama llena de hojas, tendrías que
avergonzarte.
Sol, arrepiéntete de brillar. Flagélense
nubes.
Primavera, envuélvete de nieve y
florecerás en el cielo.
Nunca oí su risa, nunca oí su canto.
Educada en la humildad, nada quiere de la
vida.
La acompaña en su camino una sombra—luto
del cuerpo—,
y su mantón raído le ladra el viento.
De: LLAMANDO AL YETI (1957)
Wislawa Szymborska
Poeta Polaca (1923 - 2012).
Premio Nobel de Literatura, 1996.
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