viernes, 31 de diciembre de 2010

HANNI OSSOTT


EN NEGRO, DE GASAS Y LENTEJUELAS



 
Berthe Morisot (1841- 1895). Pintora francesa. Mujer saliendo del teatro, 1875-76




A mi madre, a su hermosísimo vestido

Llevo apegado a la piel vestido espléndido

sus hilos desiguales cubren y permiten transparencias

lentejuelas trazan allí la flor imposible

el pensamiento

esa flor cuyo centro luminoso se yergue

entre el oscuro cáliz

Negro es el traje y da la luz de su negrura

saca hacia fuera cuerpos

mas no incita recata sólo es un diferimiento

una lentitud

un prolongado diálogo

sostenido siempre al ras

Llevo inscrito en la más oculta piel

el nocturno traje, el abrazo

sus gasas se despliegan ondulan

puntean círculos y tientos en torno a un fuego

dibujan el néctar destino del inconsciente zángano

Leve, leve y suave entre los andares

se adhiere a su trama

el objeto de la simpatía y la correspondencia

Leve, se enreda entre los hilos

descompone el dibujo original

y marca un punto

un lunar extraño al juego

Así un nuevo pensamiento se borda y añade

un pensamiento de urdimbre contraria

que arriesga y desplaza

la unidad de tela, trama y florescencia

él es entonces el punto que amenaza el rigor de los enlaces la

severa belleza de la negra luz

el negro sol soberbio

en eclipse

Afanoso se afana en hermanarse a la tejida flor

y espía el secreto de los hilos

que en paciente abanico juntan

una a otra

lentejuela

sólo por mimesis.

Antigua, casi arcaica es mi herencia: el traje

Y vieja la flor

la acumulada y densa

Lo cruzan vientos, tempestades, curvaturas

y un ruedo firme

un hilván asegurado

por la anterior de las abuelas

Llevo en mí un telar de espera que cruza el mar

desde largo tiempo atrás se hace el traje

Llevo en mí la niña que ríe suspicaz

mientras mira

a través del ojo, del ojillo

de una lentejuela

El ojo de una lentejuela, no el de dios

el ojo que satura un pensamiento

Cargo de modo esforzado el milenario vestido

difícil me es lucirlo

Despliego sus velos

y cumplo y me cumplo

- obligada estoy a ello

Es un cáliz, una flor que soporta el vino

la profunda conexión

entre la tierra, el dios y nada

Esparzo su trama secreta, religo, anudo, desato

por mí el telar de la Penélope

la lucidez de Diotima

la extreme belleza, la de la diosa

por mí la continuidad de sus nombres y sus hombres

y la prolongación de la flor y los altares

del pensamiento

por mí la vulnerada hoja que ahora es página

letra coagulada

He heredado el vestido de enredos incitación

el de la fiesta difícil

Vestal, sacrificial

juega al viento y se complace

deja destellos

rasguños

encantamientos

Ven, míralo, entre la profunda oscuridad de mis pupilas

se devela

Asómate cruza pestañas y azules

toca el nervio que aborda mi nerviosa fibra

asciende y ve, mira

allí enrama el misterio

la rara danza desigual

que luego se riega y exige un vestido

la paga...

por el otro

la imaginación de un tercero

el único pensamiento

Dibuja ahora el dios en mi telar

quiero su rostro

Ciego, perdido ya, a tientas, me busca

envía mensajeros

aprendices

pícaros

quijotes incendiarios

puntos que desordenan mi regularidad

Mi traje trama la antigua tensión del tejedor

aquel que soñó la tierra circular

la esfera absoluta

la plena inundación por un centro

fervorosamente pensado

decidido

elegido

He crecido, me he regado

sin testamentos

sólo un guiño una picardía

un ansia propagadora

Como lluvia

he difundido mi traje

he bordado la única flor

el pensamiento

«¡ay mi niña comprende mi mirar y llévate este traje

la flor, intensa y violada

el motor

el jardín hilado en la Noche

los ramos y las oscuras florecillas

los recodos

aquellos que fundarán telares!»

El, él me lanzó un puente, una carnada, un hilo

como si yo fuese un pez

él, el pescador me soñó

creó su cuerpo, la filigrana

y consumándose me consume

«aparta de mí ese cáliz»

devora mata alimenta a los suyos

se complace en la presa

y exige la bella, la del raro traje

«¡un rey en estas trenzas está preso!»

Por dios, ¿quién es tu más antigua madre?

Es, dios, ¿la desnudez?

No. No la quiero.

Llevo un traje

una conquista hecha de abuelas fuertes.

Llevo un vestido hecho a mano

tejido hilo a hilo

Llevo una memoria que enlaza

un círculo que da coherencia

que anuda el dios y lo cuida de lo libre

Llevo en mí bordados de iniquidad

magnificencias

arrastro mi cola

No quiero desnudez, no quiero el denso vacío

quiero brocados, tintes

telas, gasas, matiz

- ¡que pueda verte alguna vez!

- ¡que yo te trence entre mis trenzas!

- ¡que me crea soberana tu secreta ley!

Quiero bordar, quiero la aguja, mi ansia es un telar, la rueca

- quiero, sabes, una murmuración

el murmullo de un río y el choque de sus piedras

golpeando rechazando

mientras corro, ando, cuento hilos y ato cuerdas

Soy la rueda de la rueca el destino el bordado

me muevo entre suavidad y lentitud

Soy la sacra memoria que se recuerda entre pespuntes

aleteos, ruedos

Salgo, aparezco

entre residuos

soy un viejo vestido jamás raído

mis nietas se disfrazarán de mí

soy su vindicación y la mía

la costurera eterna

Hija, te he dado el telar que es canto

órnalo

todos así lo desean

gloriosa soy

y el dios

hundido, más hundido se hundirá

aguja e hilo

de otro pensar.





De: Hasta que llegue el día y huyan las sombras






Hanni Ossott

(Caracas, 14 de febrero de 1946 – 31 de diciembre de 2002) Poeta, ensayista, traductora y docente venezolana.


No hay comentarios: