lunes, 2 de julio de 2012

JUAN LISCANO


CASAS DE AYER

 
Pedro Ángel González (1901 – 1981). Pintor venezolano. Paisaje de San Agustín del Norte, 1939. detalle.




Durante toda la vida se regresa
a ciertas moradas que fueron costumbre
y al irnos, se hechizaron en la memoria.


Se regresa siempre, durante toda la vida,
de los más diversos modos,
en viajes por hacer, en edades mitológicas,
a ciertas moradas pretéritas
de constante presencia.


Se regresa a un lugar de paredes y rincones,
puertas plurales, camas navegantes,
ventanas donde se está de espalda o de frente
al adentro o al afuera,
dado a la invitación de mirar
en esa encrucijada de luces cambiantes.


     —¿Entraste hacia afuera? ¿Saliste hacia adentro?
     — Estoy, sin recuerdo de pasos.


La casa materna se pierde en ella misma.
Pierde la entrada tantas veces transpuesta,
muda, persiste dividida en otras edificaciones,
detalles ocultan el conjunto,
se anda sin avanzar por el pegajoso piso.
Eran las cuatro, entonces, en libertad
y se corre volando por las baldosas
feliz, venciendo patios y cuartos obstinados
hasta alcanzar los campos del murado corral.


     —Juega al recuerdo de las casas.
     —¿De cuál?
     —De cualquiera donde estuviste o donde estás.
     —En los pisos altos silba el viento.


Las cosas parecen puestas donde están
hace muchísimo tiempo, en orden inmutable.
Somos los moradores, familia pudiente
de la parroquia. El perro ladra siempre
hacia el portón cuando suena el timbre.


Murió el perro. Vino otro. Ladra. Se oye el timbre.
Duración estacionaria y renovada
de ser niño,
lo que pasa no se advierte
o de pronto estalla tapando todo.


La casa en la ciudad que no reconoces,
se acabó.
La mansión solitaria en la colina,
librada a fieles servidores espectrales,
dueños de secretos y desgracias,
se acabó.
La quinta apartada donde miraste por vez primera
brillar la Cruz del Sur,
se acabó.


     —Juega el recuerdo de las casas.
     —Se acaban como viajar en barco.
     —Inventa.
     —Estoy hecho de casas acabadas.


Incesantes y sucesivas,
reconocidas hasta gastarnos
y nunca iguales a sí mismas
siendo las que fueron,
memorias de abandono, de oscuridad, de sucios,
de claros y tumultuosos días festivos,
de miedo o dicha sorprendidos
en un lugar que cambia entonces,
mudanzas, el desgarrado irse natural,
la confusión entre perder y ausencia,
las casas, las casas sin mañana.




De: Domicilios, 1986




Juan Liscano
(1915-2001). Poeta venezolano.

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