MOZART
Héctor Poleo (Caracas, 1918-1989). Pintor, dibujante, grabador y muralista venezolano. Todo el sol sobre la tierra. |
Cuando abril comenzaba a germinar
entre mis huesos
y mis costillas hincharon sus velas
y se dispusieron a partir,
a crecer
en el viento marino y de la tarde
cuando mi sangre era delgado afluente apenas
y quiso aumentar su caudal de peces,
líquenes y algas,
cuando sintió las primeras nostalgias
de otras geografías
y se dio a andar por mi cuerpo,
con furia,
sin que le bastaran mis pequeños horizontes,
cuando el tórax extendió sus alas
para dar cabida a pájaros y música
y todo fue un girar,
un moverse en viento y remolino,
una embriaguez,
un estar como en sueños, sin obstáculos;
entonces, Mozart, en ese entonces
pasaste por primera vez
y te dejé pasar sin escucharte.
Fugitivo
tu rostro apenas quedó esbozado en el aire
de alguna tarde de sábado.
Tus pasos no se detuvieron
se alejaron con la lluvia,
rítmicos, seguros
y oí de lejos su eco como piedra
en el fondo de un solitario pozo helado.
No me tocó tu mano
tu luz fría no calentó mis ojos,
apenas se atrevió a rozar
mi piel ávida
en busca
de un signo,
de una palabra,
de un silencio compartido.
Y te dejé afuera. Menos cercano.
Un día y otro día llamaste incansable
y mi voz no respondió a tu voz.
Si acaso un instante
tu espacio apacible fue mi espacio.
Pero de nuevo la vida
me hacía extrañarte de mi órbita
secreta y luminosa.
Hoy vengo a ti espíritu del frío,
perpetuador de especies celestiales.
Digo tu nombre intacto, maravillosamente
rescatado de las furias
al margen de la destrucción, inaccesible.
Tu gotera persiste a través de los años.
Intocable.
Escapas del olvido,
te respeta la ceniza,
la carcoma no roe tus dominios.
Busco tu secreto júbilo
tu remanso
el mundo de tu vara mágica
el pequeño paraíso de tu música
que se repite siempre y siempre empieza.
Tienes el tiempo sin lunas
y soles alternándose,
la serena dulzura de los leños
que ardieron mucho tiempo
para repartir calor sin quemaduras.
Digo tu voz en mí,
cantándome.
Me penetra tu claridad como la aurora.
Traspasas mi piel
andas por mis venas
y te quedas en mi corazón calladamente
con tu aire de lluvia lenta
persistente
más allá de los cristales y los atardeceres.
De: Concierto sin música
Beatriz Mendoza Sagarzazu
(1926-2016). Poeta venezolana.
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