IV
Para decir la ausencia del poema,
su centrífugo ardor sobre mi espalda
planto el texto como un cero,
una sola cifra invertebrada
donde este silencio que me ahueca
rebota en las palabras por instantes
y permanece intacto.
¿Por qué insiste la letra minuciosa
en tercas servilletas, en cuadernos,
en papeles mugrientos y fugaces?
Sólo sé que al huir deja el poema
un rastro de fiebre que pulula
en los labios inmóviles, esta huella muda
empeñándose aquí, sobre la página.
De: La nada vigilante (1994)
Armando Rojas Guardia
(1949). Poeta venezolano.
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