A LA LUZ DE LOS OROPENSANTES-LUCEROS
LA NOCHE, LA NADA, LA VIDA,
las Inmensas Viudas,
y el Ambimano Tatuador de mundos
que Él creó con sus ojos
y tatuó con su mirada de girasol,
creó con sus manos, la real y la del sueño,
creó con su palabra, tatuaje de saliva sonora,
mundos que al quedar ciego
rescató del silencio con el caracol de sus oídos
y de la tiniebla luminosa
con su tacto de constelación apagada,
con sus dedos enjoyados de números y colibríes.
La Noche, La Nada, la Vida,
las Inmensas Viudas
a la luz de los Oropensantes-luceros,
Emisarios que se perdieron en el cielo de níquel
sin desanillar su mensaje
y el Ambimano Tatuador
cegado por la lluvia de ojos de hilo.
La lluvia le quemó el blanco de los ojos,
las córneas de cal viva,
ante los que enjoyan la tierra con tatuajes de agua,
tatuajes andantes, tatuajes navegables,
Tatuadores Fluviales;
ante los que perlan los campos de polvo lacrimoso,
Tatuadores de Rocío;
ante los que salen a tatuar las playas
con caracolas, esponjas y zargazos,
la osamenta ruidosa del mar,
Tatuadores Oceánicos;
ante los que roban de los serpentarios
tatuajes que acortan la distancia
y alejan lo cercano,
Tatuadores de Caminos;
ante los Tatuadores de la Tarde,
las manos con manojos de celajes…
ante los Tatuadores de la Noche,
las manos con amuletos de fuego…
La Noche, la Nada, la Vida,
las Inmensas Viudas
a la luz de los Oropensantes-luceros,
Emisarios que se perdieron en el cielo de níquel,
Sin desanillar su mensaje,
y el Ambimano Tatuador
con las pupilas vacías,
cráteres de volcanes apagados
en el cementerio de sus córneas,
desplazándose —Ciego de Lluvia Dulce,
los Ciegos de Lluvia Dulce ven lo que sueñan—
a todo lo que daban sus pasos de sombra blanca,
sus pies innumerables bajo la túnica tejida
con amnesia de gusanos de seda,
el manto de arena de plata al viento de sus hombros,
para no perder el hilo del tatuaje
al cruzar el mundo tenebroso
donde se desimanta el tacto
y hay que sortear, convertido en sueño,
jaguares forjados a fuego,
pavos azules forjados a cielo,
corales de víboras corales,
jades jadeantes,
mujeres cortadas en islas,
máscaras con viruela de rubíes,
calaveras con dientes incrustados de jadeítas,
horóscopos de brisa
y ciudades de copal blanco,
hasta salir a la respiración,
a las respiraciones,
al olfato,
al pólen,
al calendario de ceniza,
al granizo de los jeroglíficos…
Con los dedos de ceiba
se peinaba la memoria algodonosa,
de la que caían dialectos
con ruido de lluvias carpinteras
y todos los sonidos
de las palabras terrestres…
Las palabras,
Operarias de la luz…
Con los dedos se peinaba
la memoria de cabellos de lago,
de la que caían idiomas lacustres,
silábicos, tatuados de burbujas
y todos los sonidos
de las palabras acuáticas…
Las palabras,
Operarias de la luz…
Con los dedos se peinaba
la memoria de cabellos de sol,
de la que caían lenguas de astronomías
habladas a través de los astros
y de marimbas de teclado de espejos
que golpeaban goterones elásticos
en fechas emplumadas de chirimías y tambores,
y todos los sonidos
de las palabras celestes…
Las palabras,
operarias de la luz…
La Noche, la Nada, la Vida,
las Inmensas Viudas,
la inmensa viudez del cielo
después de cada relámpago
Y el sollosollozo y lloro de la tórtola
por lo que callaron los Emisarios,
mensaje del que sólo quedan los reflejos,
cabellos de los Oropensantes-luceros
desanillados en los platos azules.
Sollosollozo y lloro de la tórtola
por la vida sin mensaje,
la vida tatuada a ciegas
por el Ambimano Tatuador
que trasegaba de un mundo a otro,
inmensidades vivas,
universos,
dinastías de iguanas,
acuarios,
colas de cometas,
jardines flotantes,
mercados de palabras,
aceites,
astros,
cocuyos,
mariposas…
Ambimano Tatuador
que luego de poblar su ceguera,
creó con su tacto,
creó con su aliento,
el ruido de su rostro
chocando contra su corazón,
a los que se encargarían
de la crianza de seres,
cosas y sonidos de sueño.
Los encargados:
Los de los cantos en remojo,
clarivigilantes brujos de la poesía,
clarivigilantes, claridormidos, claridespiertos.
Los de las piedras en remojo,
clarivigilantes brujos de la escultura,
clarivigilantes, claridormidos, claridespiertos.
Los de los colores en remojo,
clarivigilantes brujos de la pintura,
clarivigilantes, claridormidos, claridespiertos.
Los de las tinieblas en remojo,
clarivigilantes brujos jicareros,
clarivigilantes, claridormidos, claridespiertos.
Los de las plumas en remojo,
clarivigilantes brujos del arte de plumajería,
clarivigilantes, claridormidos, claridespiertos.
Los de los sonidos en remojo,
clarivigilantes brujos de la música,
clarivigilantes, claridormidos, claridespiertos.
Los de los metales en remojo,
fundidores, orfebres, engastadores,
clarivigilantes, claridormidos, claridespiertos.
Los de los cantos en remojo,
clarivigilantes brujos de la poesía,
echaban agua de espejo por los labios
para ver y hacer ver
las cosas mojadas como en sueños…
Claridormidos , clarivigilantes, claridespiertos.
Los de las piedras en remojo,
clarivigilantes brujos de la escultura,
flotaban sin ojos en el fondo del joyero azul,
el tacto expuesto a los picotazos de la luz del aire,
claridespiertos, clarivigilantes, claridormidos.
Los de los colores en remojo,
clarivigilantes brujos de la pintura,
barrían la realidad con escobas de plumajes
para dar paso al enigma,
claridespiertos, clarivigilantes, claridormidos.
Los de las tinieblas en remojo,
clarivigilantes brujos jicareros,
soltaban el humo de filo errante
por la noche de nije,
claridespiertos, clarivigilantes, claridormidos.
Los de las plumas de remojo,
clarivigilantes brujos del arte de plumajería,
restituían el ala del quetzal
al vuelo candente
en el joyel del viento
y en las borlas de pluma,
custodia de las sienes,
claridespiertos, clarivigilantes, claridormidos.
Los de los metales en remojo,
fundidores, orfebres, engastadores,
sacaban el oro de la luz del aire,
la plata de la luz lunar,
las gemas de la luz del agua,
claridespiertos, clarivigilantes, claridormidos.
Los de los sonidos en remojo,
clarivigilantes brujos de la música,
hablaban por el sol,
al sol le comieron la lengua los eclipses,
hablaban por el sol
con el sonido de la piedra,
la madera marimbera,
la ocarina,
el cuero tamborero,
la caña agujereada,
la escama,
la tortuga,
los cascabeles de la culebra cascabel,
claridormidos, clarivigilantes, claridespiertos.
Pero la palabra no apresa,
la música no encierra,
voz y sonido humedecen el espacio,
poroso del gran cántaro azul,
y desaparecen por sus poros.
No así las magias fijadoras,
las que retienen el temblor de las substancias
en templos, altares y monumentos
tatuados de guerreros,
sacerdotes,
onomásticos,
presencias,
danzarines astronómicos,
y en los trajes ceremoniales
tatuados de alas de mariposas,
y en las joyas tatuadas de luceros,
y en las cortezas del amatle
tatuadas de caligrafías coloridas
de hervor equinoccial.
En el cálculo queda la substancia del astro,
como en estos tatuajes mágicos
de líneas, formas y colores,
la substancia del Universo,
del Universo visible,
e inmóvil.
Y por esos enjauladores de la creación,
tenían crianza de seres,
cosas y sonidos de sueño,
dibujantes,
pintores,
escultores,
grabadores,
orfebres,
jicareros,
(tan delgado en el filo del pedernal
que se vuelve hilo en el nije de la jícara),
plumistas y tejedores de huipiles
con zarcillos de sedas medidoras
de senos y caderas frutales;
por estos clarivigilantes magos
secundarios del Ambimano Tatuador,
la tierra,
la luz,
el viento,
el cielo,
el agua,
el sol,
el aire,
lloran e la jaula de la noche agujereada,
ceguera sin salida.
Canina,
El Águila de los Perros Rabiosos,
se arrojó contra el Ambimano Tatuador.
“¡Todo erosionado por tus dibujantes!
--le reclama, la golilla abierta en abanico redondo,
los ojos de nuégados de vidrio,
las garras empapadas en sudor glacial--.
¡Todo erosionado por tus dibujantes
o ausente en las telas de tus pintores-espejos!
¡Si no fueras ciego mascador de tinieblas
sabrías cuál es el quehacer de tus artistas!
¡Odio, odio a tus jicareros,
del jícaro a sus manos, jícaras y platos
que enredan en sus dibujos de telarañas!
¡A tus escultores y picapedreros
que retienen la risa de las piedras
en el claroscuro del bajorrelieve!
¡A tus orfebres y joyeros! En lugar de yemas
tienen gemas en los dedos,
tanta piedra preciosa pasa por sus manos!
¡A tus alfareros, por ellos miente el barro!
¡A tus plumistas, su arte de la pluma bella
humaniza el ala rauda!...
Y todo lo que crean tus artistas
a la luz artificial que es la noche sin cabellos.”
Y allí mismo lo destrozó,
los destrozó,
hizo pedazos al Ambimano Tatuador,
hizo pedazos la realidad y el sueño de los artistas
ciegos
no al Águila,
no al Águila de los Perros Rabiosos…
Alguien…
Alguien le ganó la garra…
...a la luz de los Oropensantes-luceros…
De: CLARIVIGILIA PRIMAVERAL (1965)
Miguel Ángel Asturias
(1899 – 1974). Poeta y novelista guatemalteco. Premio Nobel de Literatura 1967
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