ELLA
Ella era fresca, saltaba como loca por la vida
Atravesando jardines de extraños dueños
Con sus senos al aire que eran el tormento de curiosos
Fruta desprendida del árbol del paraíso
Tiraba sus redes por la colina,
Seductora, como agua abandonada en el desierto
Corría por el sendero que va al bosque
Dejando huellas de su cuerpo en el follaje
Orgullosa de sus cantos
cubiertos sus pies de hermosas sandalias
Salía siempre con la luz del día
Regresaba a casa sólo cuando las tinieblas
Lanzaban sus misterios en la Noche cerrada
Y las sombras se alargaban
Los campesinos dormían con sus manos sufridas
O rendidos por el trabajo y la ebriedad
Ese día, la hora cuando todas las casas
estaban durmiendo la siesta
en medio del sopor de una tarde aciaga
Oí su canto río abajo, un son adolorido
Traía desgarrados sus jóvenes pechos,
Como si hubiera salido de una trampa
Ya no era la mujer que conocía el arte de la vida
Sino una ola cansada que llegaba a mi orilla
Como cierva herida vagando por el bosque
Algo había dañado su alegría
Una grave amenaza, un horroroso peligro
Algún mercenario oculto en la maleza
Una serpiente infernal,
Algo la sembró de miedo
y borró de su rostro aquella sonrisa
Estaba como ciega
La vi correr por el medio de la calle bajo el sol ardiente
Rumbo al abismo del final
Corrí tras ella para detenerla
Para que no nos abandonara
Yo la amaba a distancia como una antorcha
Que ve pasar a la princesa en los pasillos del palacio
Mudo, encendido entre el dolor de no tenerla
y el gozo de verla
Siempre cantando y corriendo
¡Quién habrá de devolverme esa fulgurosa presencia!
Ese rayo perfumado que pasaba a mi lado
Cuando el tedio del día no tenía nada que ofrecer
Ha quedado abierta una gran cicatriz en los días pasados
Y una gran duda asalta los que habrán de venir
Ella iba valle arriba y valle abajo
Hacia el río donde se bañaba con su exquisita desnudez
Como Diana, se abrían las corolas de las flores
Y el bosque era una espesa canción
La vi correr hacia el abismo
Traía ausentes los ojos y el pelo desgarrado
Ya no existía esa huésped de oro
No pude alcanzarla, se lanzó a lo profundo
Esa ha sido su tumba, cada tarde me acerco
Al borde del risco y toco mi flauta
Para que algún día ella entone desde allí su canción
De tanta altura ha caído la mujer que amé
Herida por la dura realidad del pantano
Donde habitan demonios ocultos
Quienes odian todo lo alegre, lo que quiere volar
De: Larga es la sombra (2001)
Gabriel Mantilla Chaparro
(Cali, 1954). Poeta venezolano.
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