Espacio y tiempo para la poesía y el arte, un blog de Elizabeth Conte Chassin-Trubert
domingo, 26 de junio de 2011
viernes, 24 de junio de 2011
EUGENIO MONTEJO
PAISAJE FUGAZ
Danielle Richard. Pintora canadiense-
Brigitte sous l'abre. 2007
Palpo y no descifro. Corro y me
atormento.
Ya no hay tiempo en la tierra para
verte despacio,
se apresuran las rosas, tus senos,
los arroyos,
van de prisa los vientos, las nubes,
tus cabellos,
nuestro amor es un vértigo.
A tu lado se aleja el paisaje que parte
y no vuelve,
el que borra tu huella y me llama a
lo lejos,
apurando las horas sin término.
El paisaje que se vuelve deseo
y nunca se alcanza:
piernas que van no sé dónde, lejos de
su sombra,
ojos que son y no son de esta tierra,
boca de voces que huyen, de adioses que parten…
Paisaje de un cuerpo en su propio
relámpago,
más fugaz que la chispa de su alta
centella,
más fugaz que las horas sin horas del
mundo.
De: Papiros
amorosos
Eugenio Montejo
Poeta venezolano (1938
– 2008)
jueves, 23 de junio de 2011
LUIS ENRIQUE BELMONTE
LA ANTORCHA DEL BARQUERO
Alexander Litovechenko
(1835 – 1890). Pintor ucraniano. Caronte
llevando las almas a través de la laguna Estigia
Vamos hacia la otra
orilla, cruzando la frontera.
Resistimos haciendo
muecas, despotricando,
riendo a carcajadas.
Los cuerpos tiritan, es
turbio el tránsito.
Mientras las olas nos
bambolean, entrechocamos puños y copas,
celebrando la travesía.
Ya comienza a arder la
leña de las pailas
en donde se prepara un
suculento caldo de amapolas.
Los tripulantes soñamos
con dormir o lanzarnos al vacío.
De vez en cuando alguien
pronuncia un nombre,
pero ese nombre se nos
pierde
entre los remos del
barquero.
En este tránsito no valen
las invocaciones
ni las salutaciones.
Estamos cruzando el Gran
Río y no lo sabemos.
Nos dijeron que era una
ronda nocturna con caldo de amapolas.
Nos dijeron que íbamos de
paseo
a visitar a los que se
quedaron tarareando
la canción de los
amnésicos.
Somos rostros alumbrados
por la antorcha del
barquero.
DE: Vendrá otra larga travesía (2006)
Luis Enrique Belmonte
(Caracas, 1971) Poeta y
médico psiquiatra venezolano.
MARIA ANTONIETA FLORES
AGAR
Stomer Matthias (1600 –
1650). Pintor holandés. Sara ofrece Agar a
Abraham, 1637-1639
|
hacia dónde me llamas
hacia qué cumbres
dónde la piel renace
para la lluvia
junto a los árboles de Mambré
la miel se hizo intensa en estos ojos
de esclava
Pieter Lastman (1583 – 1633). Pintor holandés. La despedda de Agar, 1612
|
no volvería
fue justa la despedida
las ofrendas
mis palabras
mis miradas
lo intenso
un instante en la palma de mi mano
cada punta de mi dedo ungida por tu
deseo
el collar de esclava cae
tiembla esa nube roja
el desierto se detiene
asi inicié los pasos
en sentido contrario
desandando
borrando
olvidando
más ciego que el dolor
mis pasos
mi cautivanía
el amor
Giovanni Battista Tiepolo
(1696 – 1770). Pintor italiano. Agar e Ismael en el desierto, 1732
|
con esa carga
he ido más lejos
expulsada de la tierra prometida
ando sin saber rumbo
los lechos se perfuman con tierras
sagradas y deseos
de persistente amor
también con gotas
para que la esperanza abra un trecho
para que el agua abunde en su
fertilidad
los lechos se perfuman con el amor de
los cuerpos
el crujido que les dejan es inacabable
mientras florecen los mástiles y el
silencio
mientras se descubre lo interminable
y mi espalda se desliza
hacia los rincones claros del deseo
es terrible el pozo de Lajai-Roy
de allí vengo
bajos los ojos
no pude escapar de la esclavitud
(ni de ti)
De: Agar (1996)
Maria Antonieta Flores
(Caracas, 1960) Poeta y ensayista
venezolana.
martes, 21 de junio de 2011
lunes, 20 de junio de 2011
sábado, 18 de junio de 2011
martes, 14 de junio de 2011
HANNI OSSOTT
LA NOCHE EN QUE MURIÓ BORGES
A Laura Sardi Pérez-Matos
Durante la larga noche en que murió Borges yo estaba en mi estudio. Revisaba qué libro de poemas podría leer en ese momento. Recorrí toda mi biblioteca y me detuve ante sus Obras completas editadas por Emecé Editores. Las coloqué sobre mi mesa de trabajo y me dirigí a la ventana para ver la Noche. En ese instante sentí que una gran bola de fuego cruzaba el Universo, de manera elíptica, para encontrarse con otra gran bola de fuego, en una suerte de beso de amor.
Me dije: ése es Borges, ha muerto y va a encontrarse con Heráclito. Uní mis manos en actitud de rezo y recité:
Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche,
Nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado…
En los acordes hay antiguas cosas:
El otro patio y la entrevista parra.
(Detrás de las paredes recelosas
El Sur guarda un puñal y una guitarra).
Recé «El Tango», con voz ronca y con ritmo. Mi marido se despertó. Me dijo: ¿Qué haces Hanni? Leo a Borges—le contesté. No le dije que Borges había muerto, ni que yo rezaba. Recibí su regaño con pasividad.
No puedo explicarme este hecho sino por la palabra consustanciación… ¡He amado tanto a Borges! Recuerdo que una vez casada, con mi primer marido, él me manifestaba sus celos de Borges. Y es que leía en la cama una y cien veces «Las Ruinas Circulares». Un cuento grande. A través de ese cuento me inauguré en el ensayo junto al gandul de Douglas Palma. Recuerdo que José Balza era nuestro profesor, nuestro profesor de Borges. No otro. Él nos introdujo con rigor en esa pasión. Nos hacía observar la tensión de su escritura, las estructuras de los demás cuentos, sus viajes circulares.
José elegía después los mejores trabajos de sus discípulos y generosamente los llevaba al Papel Literario de El Nacional. A raíz de ello nos creíamos estrellas. Habíamos comprendido a un autor difícil. Eso otorgaba un poco de felicidad y tranquilidad. José era el maestro, Borges era un dios.
Mis pretensiones con Borges son exageradas y teatrales. En El oro de los tigres (p.1102) aparece un poema que se llama «H.O» y pienso que está dedicado a mí. Dice así:
En cierta calle hay una cierta firme puerta
Con su timbre y su número preciso
Y un sabor a perdido paraíso,
Que en los atardeceres no está abierta
A mi paso. Cumplida la jornada,
Una esperada voz me esperaría
En la disgregación de cada día
Y en la paz de la noche enamorada.
***
Viendo todo esto a cierta distancia, pienso ahora que lo más importante es cuidar a un poeta, mimarlo, secretamente. Rezar por él al paso de las Noches. Para que se nos aparezca, no sólo como un fantasma, sino con el aliento y la fuerte voz que da el coraje. Y con esto poder decir después que una ha dormido en paz con él. Abrazada. En amor.
Sólo una cosa hay. Es el olvido.
Borges y H.O.
Hanni Ossott
(1946-2002). Poeta venezolana.
Texto tomado del prefacio de la obra “El circo roto” de Hanni Ossott.
sábado, 4 de junio de 2011
viernes, 3 de junio de 2011
miércoles, 1 de junio de 2011
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