martes, 30 de noviembre de 2010

VICENTE HUIDOBRO

CANTO II

Alberto Pancorbo (1956). Pintor español. Sueño blanco


Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma

          Al irte dejas una estrella en tu sitio

         Dejas caer tus luces como el barco que pasa
Mientras te sigue mi canto embrujado
Como una serpiente fiel y melancólica
Y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro

           ¿Qué combate se libra en el espacio?

          Esas lanzas de luz entre planetas
Reflejo de armaduras despiadadas
¿Qué estrella sanguinaria no quiere ceder el paso?
 En donde estás triste noctámbula
          Dadora de infinito
Que pasea en el bosque de los sueños



Heme aquí perdido entre mares desiertos
Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche
Heme aquí en una torre de frío
Abrigado del recuerdo de tus labios marítimos

          Del recuerdo de tus complacencias y de tu cabellera
 Luminosa y desatada como los ríos de montaña
          ¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?
Te pregunto otra vez
   
El arco de tus cejas tendido para las armas de los ojos

En la ofensiva alada vencedora segura con orgullos de flor
Te hablan por mí las piedras aporreadas
Te hablan por mí las olas de pájaros sin cielo
Te habla por mí el color de los paisajes sin viento
Te habla por mí el rebaño de ovejas taciturnas
Dormido en tu memoria 
Te habla por mí el arroyo descubierto
La yerba sobreviviente atada a la aventura
Aventura de luz y sangre de horizonte
Sin más abrigo que una flor que se apaga
Si hay un poco de viento

          Las llanuras se pierden bajo tu gracia frágil
Se pierde el mundo bajo tu andar visible
Pues todo es artificio cuando tú te presentas
Con tu luz peligrosa

          Inocente armonía sin fatiga ni olvido
Elemento de lágrima que rueda hacia adentro
Construido de miedo altivo y de silencio

          Haces dudar al tiempo
Y al cielo con instintos de infinito
Lejos de ti todo es mortal
Lanzas la agonía por la tierra humillada de noches
Sólo lo que piensa en ti tiene sabor a eternidad

He aquí tu estrella que pasa
Con tu respiración de fatigas lejanas

          Con tus gestos y tu modo de andar
Con el espacio magnetizado que te saluda
Que nos separa con leguas de noche

          Sin embargo te advierto que estamos cosidos
A la misma estrella

          Estamos cosidos por la misma música tendida
De uno a otro
Por la misma sombra gigante agitada como árbol
Seamos ese pedazo de cielo
Ese trozo en que pasa la aventura misteriosa
La aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño

 
Gaetano Previati (1852-1920). Pintor italiano. La danza delle ore.

En vano tratarías de evadirte de mi voz
Y de saltar los muros de mis alabanzas
Estamos cosidos por la misma estrella
Estás atada al ruiseñor de las lunas

          Que tiene un ritual sagrado en la garganta

          Qué me importan los signos de la noche
Y la raíz y el eco funerario que tengan en mi pecho
          Qué me importa el enigma luminoso
Los emblemas que alumbran el azar
Y esas islas que viajan por el caos sin destino a mis ojos
Qué me importa ese miedo de flor en el vacío
Qué me importa el nombre de la nada
El nombre del desierto infinito
O de la voluntad o del azar que representan
Y si en ese desierto cada estrella es un deseo de oasis
O banderas de presagio y de muerte
             
Tengo una atmósfera propia de tu aliento
La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones íntimas
Con su propio lenguaje de semilla

          Tu frente luminosa como un anillo de Dios
Más firme que todo en la flora del cielo
Sin torbellinos de universo que se encabrita
Como un caballo a causa de su sombra en el aire

Te pregunto otra vez

          ¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?

Tengo esa voz tuya para toda defensa
Esa voz que sale de ti en latidos de corazón
Esa voz en que cae la eternidad
Y se rompe en pedazos de esferas fosforescentes

          ¿Qué sería la vida si no hubieras nacido?
Un cometa sin manto muriéndose de frío

Te hallé como una lágrima en un libro ol
Con tu nombre sensible desde antes de mi pecho
Tu nombre hecho del ruido de palomas que se vuelan
Traes en ti el recuerdo de otras vidas más altas
De un Dios encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú
El pájaro de antaño en la clave del poeta

Sueño en un sueño sumergido

La cabellera que se ata hace el día
La cabellera al desatarse hace la noche
La vida se contempla en el olvido
Sólo viven tus ojos en el mundo
El único sistema planetario sin fatiga
Serena piel anclada en las alturas
Ajena a toda red y estratagema
En su fuerza de luz ensimismada
Detrás de ti la vida siente miedo
Porque eres la profundidad de toda cosa
El mundo deviene majestuoso cuando pasas
Se oyen caer lágrimas del cielo
Y borras en el alma adormecida
La amargura de ser vivo
Se hace liviano el orbe en las espaldas

Mi alegría es oír el ruido del viento en tus cabellos
(Reconozco ese ruido desde lejos)
Cuando las barcas zozobran y el río arrastra troncos de árbol
Eres una lámpara de carne en la tormenta
Con los cabellos a todo viento
Tus cabellos donde el sol va a buscar sus mejores sueños
Mi alegría es mirarte solitaria en el diván del mundo
          Como la mano de una princesa soñolienta
Con tus ojos que evocan un piano de olores
Una bebida de paroxismos
Una flor que está dejando de perfumar
Tus ojos hipnotizan la soledad
Como la rueda que sigue girando después de la catástrofe

 
Álvaro Vásquez.  Madre tierra n° 2

           Mi alegría es mirarte cuando escuchas
Ese rayo de luz que camina hacia el fondo del agua
Y te quedas suspensa largo rato
Tantas estrellas pasadas por el harnero del mar
Nada tiene entonces semejante emoción
Ni un mástil pidiendo viento
Ni un aeroplano ciego palpando el infinito
Ni la paloma demacrada dormida sobre un lamento
Ni el arco iris con las alas selladas
Más bello que la parábola de un verso
La parábola tendida en puente nocturno de alma a alma

 Nacida en todos los sitios donde pongo los ojos

          Con la cabeza levantada
Y todo el cabello al viento
Eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña
Que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma
Que un faro en la neblina buscando a quien salvar
Eres más hermosa que la golondrina atravesada por el viento
Eres el ruido del mar en verano
Eres el ruido de una calle populosa llena de admiración

          Mi gloria está en tus ojos
Vestida del lujo de tus ojos y de su brillo interno

          Estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada
Bajo el silencio estático de inmóviles pestañas
Viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
Y un viento de océano ondula tus pupilas

Nada se compara a esa leyenda de semillas que deja tu presencia

          A esa voz que busca un astro muerto que volver a la vida
Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la eternidad
Y ese pie que es la fiesta de los caminos encadenados
Y esos párpados donde vienen a vararse las centellas del éter
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
Dormido a la sombra de tus senos

Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
          ¿Qué sería del universo?

                                               

De: Altazor




Vicente Huidobro
(Santiago de Chile, 1893 - Cartagena, Chile, 1948) Poeta chileno.

JOSU LANDA

ODA A LOS ÁRBOLES


 
Stephanus Meyer (1964). Fotógrafo británico nacido en Zambia. Arboles



Ajeno a toda adoración
me postro ante el poder vegetal
y
doblo la cerviz
para ungirme
con el óleo sagrado del silencio
(último dominio de los dioses idos)
Admiro
esa inercia victoriosa
esa inhibición de los sentidos
para sufrir
siempre a solas
para despreciar
al animal insolente que somos
Adoro
a esos seres inmortales
dominadores del mundo
demiurgos de flores y sombras
poetas de todo lo hermoso
sin proferir un solo gemido
una sola palabra




SEPPUKU


 
Fotógrafo anónimo japonés. Seppuku



En el último instante
brilla exacta la cifra del designio
No tengo cuerpo
hago del ala bruñida de mi sable el relámpago
mi cuerpo
fugaz torrente de rayo
brote de secretas azaleas
mi cuerpo
sangriento fluir de caracolas
mi cuerpo
seda y hoja vertidas en la entraña
rugido postrero en las puertas del reino
mi cuerpo
deslizándose áspid en el epigrama:
La primavera derrite la nieve sin vulnerar la roca
Ya viene la brisa de mi hermoso acero
Hoy cabalgaré libre por el Valle de los Encantos
No tengo amigos
ahora que me abandono al puñal
y brota la ofrenda de mi yugular
abierta la muralla invisible del cielo
clavados mis ojos en los parajes del Este.




LA GEISHA Y EL DRAGÓN


 
Hiroshi Watanabe (1951). Fotógrafo japonés. Azusa Tukamoto, Matsuo Kabuki
                                                                                        


Porque la distancia no existe
(y si existe no significa nada)
estoy ahora en tu alcoba
mónada en la espesura de Asakusa
Tokio abandonada al farol y la tiniebla
No voy a decirte cómo
pero debemos creer en los dragones
y si no es el dios saurio
el que se traga tantos kilómetros
es porque el animal está en mí
dicho (y hecho) por las fauces de fuego
y la ausencia de alas (en el tronco)
y sin embargo se mueve
porque estoy ahí
aquí
contigo
y se me parte el cardiograma
y me concedes (antediluviana) tu mano
tu arte de bordar el cielo y la delicia
con la seda transparente de tus dedos
mariposas
y tus labios floreciendo en las maneras de tu cuerpo
gozan de mí y en mí
hasta brotar los destellos del clímax
Sé que tú también vives este júbilo extraño
tú y tu piel
sabia en advertir el grano de arroz
bajo el muelle océano de plumas


(De: Extraña Entraña)



 
Josu Landa
(Caracas, 1953). Poeta, narrador y ensayista venezolano de origen vasco, reside en México desde 1982.