sábado, 19 de noviembre de 2016

TED HUGHES



 UN VESTIDO DE LANA ROSA






Con tu vestido de punto y lana rosa
antes de que nada hubiera manchado nada
llegaste al altar, Bloomsday.

Lluvia. Así es que aquel paraguas recién comprado
era el único de mis enseres
con menos de tres años.
Mi corbata—con ese clásico, especial y tenue negro de la RAF_
era un gastado símbolo de corbata.
Mi chaqueta de pana, tres veces teñida de negro, consumida,
apenas lograba sostenerse.

¡Era un útil yerno de posguerra!
No llegaba a Príncipe-Rana. Quizás al Porquero
robando los sueños de alcurnia de esa hija
desde el fondo de la atalaya iluminada de su futuro.

Ninguna ceremonia podía alistarme
fuera de ese uniforme. Llevaba mi vestuario entero.
Excepto las pocas prendas duplicadas y mínimas.
Mi boda, como la Naturaleza, buscaba esconderse.
Sin embargo, si debíamos casarnos
mejor hacerlo en la Abadía de Westminster. ¿Por qué no?
El Decano nos dijo que por qué no. Así supe
que tenía parroquia.

San Jorge de los Deshollinadores.
Así que finalmente nos enfundamos en el matrimonio.
Tu madre, valiente incluso en la apuesta
con el departamento de Asuntos Exteriores USA,
representó a las damas de honor y a los invitados,
incluso_magnánimamente_ también
a mi familia
que no sabía nada de todo eso.
Sólo había invitado a los antepasados.
Ni siquiera había confiado tu secuestro
a un amigo íntimo. Como padrino_el escudero
que sujeta los anillos durante el acto_
solicitamos al sacristán. El colmo del ultraje:
estaba metiendo niños en un autobús
para llevarlos al zoo, ¡bajo aquel aguacero!
Los animales encerrados debieron tener paciencia
mientras nos casábamos.
                                                 Estabas transfigurada.
Tan esbelta y nueva y desnuda,
asertiva esencia de lilas húmedas.
Temblabas, sollozabas de alegría, eras la profundidad del océano
colmada de Dios.
Dijiste que habías visto abrirse el cielo
y mostrar riquezas, prestas a caer sobre nosotros.
Levitando a tu lado, permanecí sometido
a un raro tiempo verbal: el futuro hechizado.

En aquel altar de entresemana con ecos sombríos,
te veo
luchando para contener las llamas
en tu vestido de punto y lana rosa
y en las pupilas de tus ojos, fantásticas joyas talladas
emitiendo lacrimosas llamas, como verdaderas joyas
sacudidas en un cubo de dados y luego arrojadas hacia mí.



De: Cartas de cumpleaños






Ted Hughes
(1930-1998). Poeta inglés.


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