viernes, 31 de agosto de 2012

JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ



EL CUERPO SUICIDA


 
James Gleeson (1915 - 2008). Pintor australiano. Agonía en el jardín


Rosa invisible rasgo puro
Venas subyugantes como lámparas de nieve
Y mi espejo en su lecho fratricida
Iba hacia ti
Desde la negra edad de mis orígenes
Iba hacia ti
Cuando la luna ondea en mis sienes desatadas
Caías de rodillas con un racimo de frutas.

Los perversos ojos del cielo recubren tu llama
La espiga vigilante adentro
En las zonas del silencio donde la luz no llega.

Yo veía un niño agonizando en los jardines
El que arrojaba uvas delirantes a las duras bahías
Y los cuerpos ahogados en la noche
Cuando arden cenizas en la magia de Dios.

Yo he visto alfombras proteger sus rebaños
de ignorancia
Altares y arcos
Los senos, bases de fuego fascinante
El perfecto hábito del semen
Joya de abismo, taciturno enigma.


 
Juan Sánchez Peláez
(1922 – 2003). Poeta venezolano.


jueves, 30 de agosto de 2012

MATSUO BASHO














ÁNGEL MIGUEL QUEREMEL

LOS MALOS SUEÑOS


 
Edvard Munch (1863-1944). Pintor y grabador noruego.




     A veces me veo pálido,

     tendido sobre la blanca sábana,

     muerto,

     amarillento,

     con un reflejo de luz en las manos

     y en la frente.


     Cerca, una sombra;

     otra, otra y otra:

     la madre, el hermano, él…

     Un silencio que sale

     de todos los rincones…


     Y yo, miedosamente,

     inmóvil

     en mi mortaja,

     sin respirar, para no despertarme…




De: La feria de los caprichos




Ángel Miguel Queremel
(Coro, 1899-Caracas, 1939). Poeta, narrador, cronista, crítico literario y diplomático venezolano.

miércoles, 29 de agosto de 2012

PASCUAL VENEGAS FILARDO


LA ALDEA DORMIDA


 
Katsushika Hokusai (1760 – 1849). Pintor japonés. Enoshima, en la provincia Sagami




Es azul la mañana y azul es todo el valle

donde duermes aldea la tristeza temprana

de este amanecer bajo pesado cielo.

Apenas breve prado se extiende más allá

De tu último alero curvado hacia el espacio,

y rectilíneos marcos dibujan en el campo

un mosaico de verdes que las aguas inundan

y dan vigor a estos fecundos arrozales.

Una canción bucólica se eleva por los aires

nacida de estos campos que el  hombre transfigura.

La muda aldea sueña al pie de las laderas

donde la niebla erige sus argénteos dominios,

y allí donde los montes avizoran el valle

los matzuyamas alzan sus broncíneas espadas.

Ni una voz se levanta sobre la azul mañana,

sólo el silencio entona su música impalpable,

y mientras miro estático la aldea que demora

en este frágil valle de corazón volcánico,

adivino la vida más allá de esos techos

donde la fibra alterna con las grises pizarras:

sobre el tatami noble el verde té humeante

servido con el rito de remotas edades,

la gracia picaresca de unos oblicuos ojos

atisbando al extraño que profana el paisaje.

Aldea japonesa de grisáceos contornos

vi cómo amanecías en nublada mañana

al pie de los pinares, sobre ondulados prados,

frente a rubias terrazas y verdes arrozales.

Siento cómo alargaron sus profundas raíces

en mi memoria viva tus techos de pizarra,

tus peces de papel movidos por la brisa

que al varón del hogar consagra el mes de mayo.

Remota aldea perdida entre el prado y el monte

eres en ese mundo la síntesis del canto.





De: La niña del Japón (1961)




Pascual Venegas Filardo
(Barquisimeto, 1911 – Caracas, 2003) Poeta y ensayista venezolano.

GUSTAVO PEREIRA



SOMARI


Raimond Leech (1949). Pintor inglés. Sellado con un beso.







     Desde que mi cabeza fue tormenta
     cada poro de mí se abate
     presa de los vientos
     Unos me empujan a tus brazos
     y otros a tu boca.



De: Sumario de Somaris




 
Gustavo Pereira
(Punta de Piedras, 1940). Poeta y ensayista venezolano.

martes, 28 de agosto de 2012

AFFONSO ROMANO DE SANT'ANNA



EL PADRE


Duane Michals (1932). Fotógrafo estadounidense. 




Busco en mis papeles,
en los baúles familiares
un perdido testamento.

Encuentro cartas, proverbios en esperanto,
pensamientos de Raumsol y la caligrafía de mi padre.
Hombre de fe, rezaba en los cementerios.
Expulsó demonios en Uberlandia
y a la alta madrugada enfrentó al diablo
cara a cara en Carangola.

Ninguno de los hijos lo entendió a tiempo.
Pero él, esperantista,
esperaba cartas de Holanda,
las vacas gordas de José
y el fin de la Torre de Babel.
Mi padre, ciudadano del mundo,
pobre profesor de esperanto
a la orilla del Paraibuna.

Leía, leía, leía. Había siempre
un libro en su mano.
Y llegaban misivas
y sellos fraternales
–mia caro samiedano-
de Polonia, China,
Bélgica y Japón.

Masón, grado 33,
letra primorosa,
bordaba actas de la cofradía,
nos hablaba de machos cabríos y calaveras,
liturgias impenetrables
y un día nos trajo la espada
que entre los masones usaba.

Los domingos, en la mesa
se regodeaba con los Salmos:
leía los más largos
ante la fría macarronada,
pero su flauta dominguera
apacentaba mi deseo
de pecar allá en el huerto
y amontonaba las deudas
que despertaban el lunes.

Estuvo en tres revoluciones.
No sé si disparaba
y medallas nunca fue a buscar.
Capitán de milicias
licenciado por desacato al superior
discutía de política sin mucho empeño.
Votaba con los pobres: PTB-PSD.
El tío Ernesto era udenista
y lo recriminaba.

Me llevó a ver a Getulio
en un desfile militar.
En el bolsillo, una carta
exponiendo al presidente
su penosa situación:
injusticias militares,
necesidad de subsidio
y la solicitud de un maletín escolar
para mi hermano.

Hecho esto, era capaz de esperar
semanas y meses
sin desconfiar de que, al llorar
oyendo novelas
de la Radio nacional,
él era un personaje más,
pues si, como dice García Márquez,
el coronel no tiene quién le escriba,
el dictador jamás respondería al capitán.

Novio contrariado,
huyó con mi madre
y con ella intercambió cartas,
que vi escritas con la propia sangre.
Peleó con un cochero
que azotaba a una bestia
delante de nuestra puerta.
Y cuando la tarde caía,
alzaba a la hija paralítica
paseando su calvario por las calles
del interior.

Cierta vez, como mis hermanos
me pusieron treinta apodos
queriéndome degradar
llamándome “guga”,
“tora”, “manduca” y “Júpiter”,
aquella noche, notando mi tristeza
me llevó al patio
entre coles y hortalizas:
me mostró Júpiter, la enorme estrella
y otras constelaciones: peces,
toros, centauros, osas mayores y menores
todo brillando en mí
estrellas que con él distinguí
y desde aquella noche
nunca más pude encontrar.




 
Affonso Romano De Sant'anna
(Bello Horizonte, 1937). Poeta brasileño