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El ojo de la soledad
vigila al amor.
El amor no debería ser vigilado,
pero a veces devasta lo que ama,
asuela lo que no ama
o se destruye a sí mismo.
El amor siempre ha sido un peligro para el hombre,
quizá también para los dioses.
El amor necesita vigilancia.
Hasta la flor necesita vigilancia.
Y sólo la soledad inquebrantable
que se afinca en nosotros como un duro vigía
puede salvarnos de esas furias
mientras custodia sus abismos.
Además ese ojo de concentrada soledad
¿no es también otra especie de amor,
su forma más recatada y cierta?
De Decimocuarta Poesía Vertical (1994)
Roberto Juarroz
(1925 – 1995). Poeta argentino
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