DIOS TENGA PIEDAD DE LOS ERRANTES
Dios mío, ten piedad del errante,
Pues en lo errante está el dolor.
Heberto Padilla
En la errancia está el dolor
del dromedario extraviado: un violoncello
colgado como una res
en el patio inundado por lluvias de junio.
Toda la espera, toda la alquimia insomne
en la diáspora de un hombre abandonado a su devenir,
con las hojas quebradizas de otoños acumulados,
de manos abiertas y ojos inundados en el andén.
Sólo en la errancia todo el dolor concentrado
a la manera de un menjurje
donde la yerbabuena machacada
destila el líquido aromático
de su comunión truncada con la tierra.
Y los lápices partidos, los cabellos caídos,
el mulo muerto al filo del abismo, la cajita de
fósforos
humedeciéndose en la madrugada, el llanto
bajo las almohadas, todo el sucio descifrado
de la ropa zurcida, todo lo que sopla y se inflama
en los minutos que ensanchan la errancia.
Dios tenga piedad de los errantes,
y que el agua brutal de sus ánforas se torne en vino;
que una musiquilla ascienda hasta sus labios
haciendo mecer
los eucaliptos de la huida.
De: Inútil registro, 1999.
Texto tomado del libro
Fe de errantes de Edda Armas y Lihie Talmor.
(Caracas, 1972) Poeta, músico y médico psiquiatra venezolano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario