DETRÁS
DE AQUELLA PUERTA
En algún lugar del gran muro inconcluso está la puerta,
aquella que no abriste
y que arroja su sombra de guardiana implacable en el revés
de todo
tu destino.
Es tan sólo una puerta clausurada en nombre del azar,
pero tiene el color de la inclemencia
y semeja una lápida donde se inscribe a cada paso lo
imposible.
Acaso ahora cruja con una melodía incomparable contra el
oído
de tu ayer,
acaso resplandezca como un ídolo de oro bruñido por las
cenizas
del adiós,
acaso cada noche esté a punto de abrirse en la pared final
del mismo sueño
y midas su poder contra tus ligaduras como un desdichado
Ulises.
Es tan sólo un engaño,
una fabulación del viento entre los intersticios de una
historia baldía,
refracciones falaces que surgen del olvido cuando lo roza la
nostalgia.
Esa puerta no se abre hacia ningún retorno;
no guarda ningún molde intacto bajo el pálido rayo de la
ausencia.
No regreses entonces como quien al final de un viaje erróneo
—cada etapa un espejo equivocado que te sustrajo el mundo—
descubriera el lugar donde perdió la llave y trocó por un
nombre
confuso la consigna.
¿Acaso cada paso que diste no cambió, como en un ajedrez,
la relación secreta de las piezas que trazaron el mapa de
toda la
partida?
No te acerques entonces con tu ofrenda de tierras arrasadas,
con tu cofre de brasas convertidas en piedras de expiación;
no transformes tus otros precarios paraísos en páramos y
exilios,
porque también, también serán un día el muro y la añoranza.
Esa puerta es sentencia de plomo; no es pregunta.
Si consigues pasar,
encontrarás detrás, una tras otra, las puertas que elegiste.
De: La noche a la deriva (1983)
Olga Orozco
(1920-1999). Poeta argentina.
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