martes, 17 de septiembre de 2013

BEATRIZ MENDOZA SAGARZAZU



DEBUSSY

 
Constant Puyo ( 1857 - 1933 ). Fotógrafo francés.






     La brisa pasa
     por
     el agua de un solitario río
     eriza la piel tersa
     y parece que la vida
     latiera más a prisa
     en su cuenca oscura
     en su vientre de tinieblas
     para sumergirse luego
     en el silencio.

     Una estrella de mar
     emerge
     se mira en el cielo
     y después
     se hunde entre las sombras.
     La luna ilumina de pronto
     un pez,
     una hoja desprendida,
     una estrella, una loza
     gastada por años de intemperie,
     los cabellos transparentes
     de una niña de lino,
     la torre de coral de una catedral de agua,
     unas manos enlazadas,
     la sortija
     que de golpe brilla más
     que su propia luz fría.

     Todo sucede sin prisa.
     Aquí, allá
     alguien llega, algo canta
     alguien calla
     sentimos su presencia
     alejándose
     sin haberse ido
     del todo.
     Una voz nos alcanza,
     dentro
     y hay quien le responde.
     Se agita
     gime
     extiende manos
     para apresar el aire
     el aire
     sólo el aire.
     Y el aire escapa
     y desconocemos su huella
     y no sabemos
     sino de un peso en el corazón
     de un suceso pequeño

     una muerte pequeña
     que de tan pequeña
     apenas
     nos importa
     pero que conmueve todo
     en su girar de hojas de otoño
     desprendidas, desprendidas,
     desprendidas…
     Entonces
     diciembre sopla sus flautas de octubre
     y un paisaje olvidado
     --que sólo el corazón recuerda—
     empieza a salvarse
     comienza a vivir
     a aprender de nuevo
     rostros
     nombres
     palabras
     cosas y gestos
     rescatados
     cuando ya la muerte
     ronda los atardeceres,
     acecha,
     vigila,
     sin que podamos evitar
     ese súbito arder de leños en los poros
     y duele en la sangre
     con golpe desacompasado.
     Árboles caídos
     se levantan
     brazos se estiran
     después de sueños y más sueños,
     habitantes dormidos
     en las palabras
     despiertan y gritan.
     Pero nada se detiene.

     Y otro recuerdo golpea
     impaciente
     como si le faltara tiempo
     para asomarse
     y otro
     y otro
     y otro
     y todo es apresurado enjambre
     aguas rápidas
     trenzando
     un ir y venir
     de ondas que empiezan
     y no acaban
     y no acaban
     y no acaban…

     Y sin embargo, Debussy,
     cuánta quietud de cosa ida
     en tu música
     qué engañosa dulzura
     de mariposa herida
     qué olor a casa antigua
     clausurada con cinco llaves
     para que nos silencie
     su tristeza.

     Pero abajo
     dentro
     un mundo submarino
     vive
     socava
     desespera
     quiere inútilmente detener
     las horas
     guardar el instante feliz
     el tiempo del amor
     la poesía
     que pasa sin pasar.

     Buscamos sus huellas
     sin hallarlas,
     el eco no responde a la voz.

     Todo sucede sin prisa.
     Aquí, allá
     alguien llega, algo llega
     alguien llega.
     Pero al extender las manos
     sólo encontramos aire
     el aire
     sólo el aire.





De: Concierto sin Música






Beatriz Mendoza Sagarzazu
(1926-2016). Poeta venezolana.

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