LAS PALABRAS
De todos los inventos
humanos o divinos, el más glorioso, sutil y misterioso lo constituye la
palabra. Es un invento tan sutil que, a pesar de ser usado diariamente como
vehículo esencialísimo de comunicación, nadie ha podido hasta ahora definirlo
con exactitud. Tal vez dentro de su esencia resida como elemento fundamental
esa incapacidad de ser definida. Véase, por ejemplo, la excelente definición
que da el filólogo A. Meillet: “Una palabra resulta de la asociación de un
sentido dado a un conjunto dado de sonidos, susceptible de un empleo gramatical
dado”. A pesar de su sensatez, esta definición nos deja perplejos cuando emplea
términos tan vagos como el de “asociación” y el “sentido dado”. ¿Cuál es el
sentido dado de una palabra? ¿Acaso el del diccionario? ¿Acaso el del habla
popular? ¿Tal vez el del habla culta de literatos? ¿O más bien el sentido que
las palabras adquieren dentro del lenguaje poético? Por otra parte, en cuanto a
su asociación ¿no hay acaso mil maneras distintas de entender este término? Una
palabra puede asociarse poéticamente a un sistema dado de signos, pero también
puede asociarse según las reglas de la gramática o, en definitiva, de acuerdo a
una lógica no poética sino discursiva.
Por otra parte,
hay muchas clases de palabras. Hay las simples y las compuestas, como “boca” y
“bocacalle”. En este último caso, bocacalle ¿es una palabra o es la unión de
dos palabras? Hay también la palabra primitiva y derivada; así, “hombre” y “humanizarse”.
¿Cuál de las dos es más palabra? Por otra parte, hay vocablos que se
diferencian sólo por sus terminaciones, como los masculinos y femeninos y las
desinencias verbales. Las palabras “canto”, “cantas”, “cantábamos”, ¿son en
realidad una sola palabra, o son varias? y en cuanto a la denotación de las
palabras –es decir, los objetos que se designan- ¿son iguales todas las
palabras? ¿No habrá una diferencia radical entre decir “árbol” y decir
“dragón”? Esta última palabra es vacía de significado real, lo cual nos lleva
al viejo problema filosófico de los términos vacíos. Dicho en otros términos,
¿qué designan las palabras: objetos, entes o simplemente relaciones? Pues un
dragón, hasta nueva orden, no es un ente, sino una relación que la fantasía
humana establece entre entes existentes. Expresiones tales como “el monarca de
Francia” (y ya sabemos que Francia es una República) son un conjunto de sonidos
con un sentido dado y obedientes a un orden gramatical dado; pero no designan
nada real. Palabras tales como “alma”, ¿qué objeto designan? Y sin embargo,
dice muchas cosas…De ahí el misterio de definir lo que es una palabra.
Hay otros
problemas, tales como el suscitado por el empleo de las llamadas “buenas” y
“malas” palabras, que tan sabrosas cosas ha hecho decir en Venezuela al maestro
Ángel Rosenblat. ¿Hay algún derecho, alguna ley estatuida, para considerar mala
a una determinada palabra? ¿Cuál es el criterio último para determinar que un
lenguaje específico está cargado de vocablos “gruesos”? ¿Acaso los hay
delgados? También está el problema de la cosificación de las palabras en los
diccionarios. ¿ Cómo saber si el sentido dado por la Real Academia a la palabra
“laúd” se corresponde con el sentido dado a esa misma palabra en un texto
poético donde no designa al instrumento musical sino a la idea de antigüedad?
En fin, las
palabras son el más divino, complicado y genesíaco invento de los seres
humanos.
De: Teoría Poética
Ludovico Silva
(Caracas, 1937 - 1988) Poeta,
ensayista, crítico y filósofo venezolano.
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