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Por
si no lo sabías, estoy triste.
Tristísimo.
Siento
que he llegado a mi término. Ya no doy más.
Alguna
vez tenía que suceder.
Ahora
bien, eso no impide que me sirvas un trago,
al
fin y al cabo ya estoy listo,
me
están esperando para ajusticiarme,
y no
es por cierto muy agradable estar encerrado
esperando
a que lo ajusticien a uno,
pues
ahora se dice que la justicia,
consiste
en el fusilamiento.
Me
van a fusilar, amor mío, y tú tan tranquila!
desperézate,
sal de esa cama,
levanta
tu bellísimo animal, sal de ti misma,
muévete,
échate por la borda,
salta
los muros de mi cárcel
y
ven a hacerme compañía.
Te
necesito, te deseo y te muero.
Aunque
vaya a morir, todavía soy lobo,
puedo
morder;
aunque
esté triste, puedo morder con alegría.
No
me dejes lamiendo tu recuerdo, como un perro
sin
nombre y sin memoria!
Déjame
que te suicide, déjame, amor mío,
y,
por favor, sírveme un trago.
Allá
está la botella, no lo olvides.
No,
allá, allá junto a mi padre.
De: In Vino Veritas
Ludovico Silva
(Caracas, 1937-1988). Poeta,
filósofo y profesor universitario venezolano.
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