domingo, 8 de abril de 2012

HANNI OSSOTT




LA NOCHE LUZ




 

André Kertesz (1894 - 1985) fotógrafo húngaro. Rincón de París.






Si la noche es la posibilidad de nuestro extravío, ella es también una luz guía. Nosotros suponemos ver demasiado claro, estamos aferrados a una conciencia diurna que aclara contornos. Pero hay en nosotros una ceguera esencial y la luz nos llega a instantes. Estamos impedidos para ver  la realidad. Eliot, trágicamente dice que el hombre no la soporta. Esto quiere decir que nos aferramos a nuestra ceguera, carecemos de visión. Más bien, no queremos ver y nos entregamos a una noche particular y privada, a una ceguera personal, individual. ¿Pero qué habremos de ver en medio de nuestra noche personal? D.H. Lawrence, en un breve poema titulado “Las colinas” nos lo dice:

Levanto mis ojos hacia las colinas
Y ahí están, pero ninguna fuerza viene de ellas hacia mí.
Sólo la oscuridad.
Y dejando de ver viene la fuerza. (1)

Lawrence parece decirnos que apaguemos el día en nosotros y que abramos paso al cese del contorno definido para que entre en nosotros la noche. Y aquí la noche quizás signifique el cese de las definiciones, de lo que sabemos, como si del no-saber llegara el saber. ¿Qué es una colina sino una fuerza? Nadie puede decir más de las colinas. Sólo puede decirse de ellas que son fuerzas. Pero este sentir es a ojos cerrados. Este sentir surge de un hacer noche en nosotros, porque la luz del día, por ella sola, no basta. Ella da indicaciones de forma y color, ella da señales de asombrosos matices pero ella no da el sentir esencial de la colina, su inaprehensible centro, su fuerza. Lawrence en su poema nos habla de otra aprehensión y de otra visión, de otros ojos que miran y que alcanzan el centro de las cosas desde una oscuridad entera capaz de permitir la visión. La noche nos permite ver. Esto parece decir Lawrence. Y noche aquí quiere decir acallamiento de las formas ruidosas de lo visible. interiorización.  Un llevar hacia sí las formas del mundo exterior, un decantar... ¿Qué son estas colinas? son apenas una fuerza que llega, una fuerza. Ya no la opositora presencia de unas colinas plantadas ante nosotros, sino una fuerza. ¿Qué podemos decir ante una fuerza? Una fuerza es una tensión que nos abre un vasto espacio. Las fuerzas son excesivas para nosotros y colindan con la eternidad y con el infinito. Una fuerza es un exceso. Que un exceso se desprenda de una colina es demasiado para nosotros. Quizás Eliot tuvo razón: "el género humano no puede soportar  mucha realidad"(2). Pero los poetas están entregados a ese soportar. Y ven colinas que son fuerzas, en la noche que en ellos se hace luz.

Mas, ¿si no podemos hacer oscuridad en nosotros? ¿Y si estamos nerviosamente aferrados a la seguridad del día? ¿Y si sólo queremos ver bordes, contornos, realidades fijas? ¿Si nos oponemos a la oscuridad? entonces tendremos, como dice Rilke, mundo ante nosotros, pero no en nosotros.

La poesía es un hacer noche hacia la consecución de una claridad distinta y otra. Ese hacer noche significa también hacer silencio, deponer el lenguaje para que éste se vuelva más hablante, para que de él surja decantada la palabra diurna, resurrecta. Habla templada --dice Rafael Cadenas:

Templa la noche el habla
que busca ajustarse
más allá de todo efecto. (3)

El descenso a la noche es el riesgo de quien se aventura en el espacio de la poesía. Ser la noche para alcanzar el saber de la otra claridad, ser en la amenaza de la noche que arriesga y tiempla al habla para devolverla más hablante, más esencial o más desgarrada, es ésta la actividad del poeta en el tiempo en que dura su intimidad con el ámbito de la poesía:

OTRA NOCHE
En esta oscuridad
con las manos
heladas
distingo
mi rostro.

Me veo
abandonado en el infinito. (4)

La noche es también arribo a los extremos. Ungaretti percibe por ella el infierno, Lawrence por el contrario, alcanza en ella la esencia de las cosas. Ella nos exige una luz especial, una fuerza que "tiemple" al alma. Lo que por ella nos amenaza es la desmesura de su espacio y la tensión con que arrastra. Abismal, se revela quizás como centro y corazón de las cosas. Por ello, nos iniciamos en la noche y a esta iniciación corresponde el paso de un umbral. "La excesiva claridad –dice Heidegger– lanza al poeta en las tinieblas. ¿Se necesita todavía otro testimonio del máximo peligro de su ´ocupación´"(5)  La noche pertenece al fondo originario de las cosas. Ella es fundamento. Por ella entramos en contacto con lo demoníaco y lo luminoso del ser de las cosas. Hermann Broch en La muerte de Virgilio habla así de ella: "Oh, en todas las venas de lo terreno, en todo lo que ha brotado de la tierra, surge la noche, incesantemente convertida en vigilia y conciencia, interior y exterior al mismo tiempo, convirtiendo lo informe en constelación oculta, grávida de sombras, y entre la nada y el ser, cerniéndose en ese cernirse, el mundo se torna oscuridad y luz, y es reconocible en su esencia de sombra luz"(6). Broch reconoce  en la noche una fuente de transformaciones. "De ella brota todo lo creado" –dice.
                                                                                         
NOTAS
(1) Lawrence, D.H.: Pensamientos. Trad. Rafael Cadenas, Fundarte, Caracas, 1977, p.37.
(2) Eliot, T.S.: "Burnt Norton" en Cuatro cuartetos. Barral Editores, Barcelona, 1971, p. 43
(3) Cadenas, Rafael: Memorial, Monte Ávila Editores, Caracas, 1977, p.90.
(4) Ungaretti, Giuseppe: Antología. Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires, 1978, p. 54.         
(5) Heidegger, Martin: "Hölderlin y la escuela de la poesía" en Arte y poesía. Fondo de Cultura Económica,  México, 1958, p.14
(6) Broch, Hermann: La muerte de Virgilio. Alianza, Madrid, 1981, pp. 62-63


DE: IMÁGENES, VOCES Y VISIONES




Hanni Ossott
(1946 – 2002). Poeta, ensayista, traductora y docente universitaria venezolana.

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