Oh, misteriosa
alma mía
¿dónde esperas
encontrar tu amor
en qué mar
dejarás caer tu última lágrima
dónde por fin
olvidarás la muerte
en qué navío de
la desgracia serás feliz
bajo qué árbol,
bajo qué cielo
bajo qué puñado
de polvo
darás reposo a tu
pobre esqueleto?
¿De qué desierto
te llegará el olivo?
¿Y esta gaviota
mi alma
hacia que Islas Desventuradas volará?
Y la Gran Fiesta del
Cuerpo
¿será para
después en el Tiempo Inmóvil?
¿Florecerá sobre
mi tumba la Siempreviva?
¿Podré ser Eterno
bajo mi pavorosa ceniza?
¡Responde, alma
mía!
Mátame de
silencios, pero habla.
Haz aunque sea un
viraje a la desgracia
pero cesa ya de
buscar;
El mundo es
redondo y no hay salvación.
No olvides que en
tu locura
has creído
encontrar el último Puerto,
pero siempre has
bajado en él
para volver a
partir.
Ahora mi corazón
se abre a una nueva esperanza,
a un nuevo mar.
No sé si gime o
canta
pero se agita
dentro de mí.
Adivino su
inquietud que dice:
Nunca llegarás,
amigo mío.
¡Hay que partir
siempre!
Al mar digo que
sí con una condición:
Aquí o en la
Eternidad
mi corazón
pasajero exige ser Eterno.
De: El infierno de la
belleza
Gonzalo Arango
(1931-1976). Poeta y
escritor colombiano.
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