martes, 15 de mayo de 2012

HANNI OSSOTT

MEMORIA DE UNA POÉTICA

 
Thomas Pollock Anshutz (1851 – 1912). Pintor estadounidense. Mujer escribiendo.


A Manuel Caballero
A José Luis Vethencourt



Geografía del alma

Escribir una memoria poética es diferente a una simple biografía intelectual.  Se trata de una geografía del alma. Allí entran la infancia, la educación para el sentir poetizante, el trabajo de la lengua, la conciencia de la música, el amor por el arte, las enfermedades, los fracasos.

Nadie puede sentarse a escribir un poema como si fuese un documento. Uno acumula experiencias, se llena de todo lo que ve y contempla, posee una memoria que como vasija guarda visiones, rachas de sentimiento, tensiones, imágenes. Esos sedimentos brotan en nosotros, surgen como chispazos, anunciaciones; ellos son los que van a conformar el primer estadio de un poema, la materia prima. Junto a ella la luz de la conciencia iluminará aquello que en un primer momento puede aparecer como crepuscular. La luz de la conciencia organiza ese material psíquico en lenguaje. Pero antes de ello debemos escuchar. La poesía es escucha y receptividad. La imagen suena, es palabra sonora. Algo en nosotros asciende y quiere hablar. De lo profundo del inconsciente surgen materiales arcaicos. La memoria del inconsciente nos habla. A veces no es posible expresar la imagen o las imágenes que ascienden en nosotros. El hecho poético es también un proceso de maduración. No todas las imágenes que vienen a nosotros son inmediatamente comprensibles, maduras para su expresión. Pero si hay una imagen madura, claramente perceptible y audible el poeta la sigue con palabras, la hace lenguaje y resonancia. Esas imágenes son cargas que el vivir acumula, sedimentos, rachas de memoria. Cada libro nuestro es una experiencia, un lapso que se expresa del vivir, un momento nunca definitivo. Eso nos distancia a veces del libro técnico. Lo tecnológico alberga la fantasía de lo definitivo, lo completo. La poesía no se halla en casa en lo completo ni en lo definitivo sino en el tanteo de lo provisional. Ella explora y destruye, emerge y aniquila. Sus descubrimientos, porque pertenecen a la zona crepuscular del ser humano, no pueden ser definitivos. La pasión, el error, la errancia la signan. Creo que he escrito desde esta perspectiva: el error, la errancia y el esplendor. Lejos del genio y cerca del “duende”; es decir, cerca del toque dionisíaco, como diría Rafael López Pedraza.

Hay momentos secos, sin “duende” ni magia en que queremos escribir porque el cuerpo lo pide como un amor y uno busca cualquier forma de suscitación. Esto sólo quiere decir que estamos enjaulados en cuerpo de poeta. Y todo en nosotros quiere expresarse a toda costa. Cuando escribimos así las cosas no salen bien. Escuchamos, sí…pero escuchamos mal. Hay un tiempo para la escucha, a veces se nos presenta muy inconscientemente.

Creo que la poesía es una entrega al tanteo. Al tanteo de lo que llega. Cuerpo y alma están allí abiertos. El hecho poético entra también por la piel. Se trata a veces de una efervescencia, una fiebre, un calor súbito, una enfermedad. “Yo soy otro” decía Rimbaud.

La otredad nos llega. Esto es magnífico. Se trata de la fiesta del poeta. Y allí debe congregar su máxima atención. Cuando en mí llega la otredad yo doy a cambio la palabra, los rezos, la letanía, los ritmos…sólo para saber qué es. Solo para hacerla hablar.

Me hace más feliz poder escribir que publicar lo escrito. Escribir pertenece al cuerpo y al alma, y produce más dicha. Me gustaría escribir siempre sólo porque anhelo la dicha de las revelaciones que producen en nosotros una alta tensión, un enervamiento eléctrico, una pasión contenida… sin embargo, sé que no es posible para la poesía esa continuidad. Los dioses no se posan con sus gracias para nosotros todos los días. Debemos vivir nuestra lentitud.

La poesía es tensión, arco y lira. La cuerda alzada esperando caer, en el preciso momento. Allí toda la embriaguez debe volverse luminosa y contraerse. No se trata del extravío. El poeta debe atajar en el preciso momento el instante poético.

Hay mucho material poético que perdemos en el vivir. Lo vivimos sin más, para la memoria. Por ello el recogimiento, el apartamiento y la soledad son lo más importante. Allí se macera, se cuece lo vivido y alcanza su máxima tensión.

Hay quienes opinan que se nace poeta. No estoy segura de este prejuicio. He tratado de enseñar poesía. Y he recibido contactos reveladores. Tampoco se nace para el amor, se es seducido. En la poesía hay rapto. No violación sino lenta seducción. La lentitud para el mirar y el contemplar. La lentitud para ofrendarse a la palabra del poeta. A sus bellezas. La lentitud para entregarse al eros de la poesía, que no es tiempo sino duración, un instante irreal que se prolonga en la carne y en el alma como una maravilla.

El instante poético no es necesariamente beatífico, el horror, la complejidad pueden aparecer. Y esto es enseñable. En el aula, en la conversación íntima, desde el amor. Siempre que haya disposición. Pasividad femenina del alma. Ánima.

La poesía se escribe con el ánima, no con el logos, no desde el animus. El tiempo de la poesía es el tiempo del ánima. Allí los recovecos, el hilo de las pasiones. Las afirmaciones contundentes carecen de jerarquía en ese ámbito. Lo impreciso y dubitativo se hacen lugar y cuerpo en el escenario del ánima. La poesía tiembla, dice sí o no. La casa del ánima es siempre incierta y está como en asombro. Su lenguaje es circular, no rectilíneo.

En el lenguaje del ánima hay como un primer buscar sin rumbo fijo. Se busca y no hay sitio. Se trata de dar vueltas sobre sí, un rumiar. Las ventanas  de las casas se presentan como revelaciones. Lo femenino irrumpe. La largura. Como si el cosmos entero en una cosa pequeña se posara sobre nosotros.

Lo femenino en poesía es ver una filigrana. El borde de una página al trasluz. Como por nada. Ese hecho de la gratitud es asombroso. Nadie ni nada nos paga por ello. Lo vivimos. Su duración es una eternidad. Una entrega.



De: Cómo leer la poesía




Hanni Ossott
(Caracas, 1946 – 2002). Poeta, ensayista, traductora y docente universitaria venezolana

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola, acabo de encontrarla y la amé.
Saludos en tensión.-