VI
De la más alta ventana de mi casa
Digo adiós con mi pañuelo
A mis versos que van hacia los hombres.
No estoy ni alegre ni triste.
Éste es el destino de los versos.
Los escribí y debo mostrarlos a todos.
No
podría ser de otro modo.
La flor no puede ocultar su color,
Ni
el río disimular su curso,
Ni el árbol esconder sus frutos.
Se alejan ya, como la diligencia,
Y yo, sin quererlo, siento pena
Como
si me doliese el cuerpo.
¿Quién los leerá?
¿A qué manos irán?
Flor, me han cortado para los ojos;
Árbol, me arrancaron los frutos para las
bocas;
Río, el destino de mis aguas era dejarme.
Me someto y me siento casi alegre,
Casi alegre como el que se cansa de estar
triste.
Se van, se han ido.
Pasa el árbol y se queda disperso en la
tierra.
La flor se aja y dura siempre su polvo.
El río entra al mar y sus aguas son
siempre suyas.
Paso y me quedo, como el universo.
(Traducción: Rodolfo
Alonso)
De: Poemas de Alberto Caeiro
Fernando Pessoa
Poeta portugués (1888 - 1935)
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