MIENTRAS ABRE UNA FLOR
Sobre la piel oscura de
la tierra
el suavísimo vello de
la hierba
se estremece
en la brisa.
Soplan ráfagas tiernas
y cada ramo vibra al
oído del silencio.
El rocío se derrama y
salta entre los gajos,
su afelpada nota,
memoria de la lluvia
y en cada gota luz,
íntima luz.
La chispa despereza su
fulgor escondido
y se esparce, crecida
en el follaje.
Parece que se alzara de
la tierra
pero viene del cielo
traspasando la noche,
cetelleante como una
inmensa fuente
cantando en el espacio.
Es el instante matinal
en que la flor responde
a un ímpetu de savia
—antes durmió enroscada
entre los filamentos de
su pequeña cárcel—.
Imperceptiblemente
rompe los verdes muros
y una fuerza que sube
de la raíz oscura
desciñe el nudo blando
de su corola tierna.
La flor es un secreto
que sólo se revela por su
aroma.
Pero allí está desnuda,
libre y sola en la
brisa cuando la abeja ronda.
La flor al fin se
entrega.
Nació para esta dádiva.
Mercedes Bermúdez de Belloso
(Ciudad Bolívar, 1915-2000). Poeta,
narradora, ensayista y dramaturga venezolana, radicada casi toda su vida en
Maracaibo. Obtuvo varias distinciones literarias, entre ellos el Premio CONAC
de poesía (1985) y fue individuo de número de la Academia de la Lengua.
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