Tras el viento y
el frío,
qué grato
calentarse junto al fuego.
Pero dejé de
vigilar mi corazón
y allí me lo
robaron.
Los brillos de la
fiesta de Año Nuevo se prolongan,
están húmedos los
tallos de las rosas de Año Nuevo.
En mi pecho ya no
suena
el temblor de las
libélulas.
Ah, qué fácil
adivinar el ladrón,
le conocí por sus
ojos.
Lo peor es pensar
que pronto, pronto,
él mismo
devolverá su botín.
Enero de 1914
Anna Ajmátova
Poeta rusa (1889 - 1966).
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