POEMA
Nada hay sobre
esta costa
que se sostenga impávido.
Incluso el mar
yace condenado
con un rumor de
olas despidiéndose
que nacieron un
día
y en otro
morirán, disueltas,
cuando la tierra
sea un último fragor
bajo la
indiferencia de todas las galaxias.
Si digo uva de
playa,
dulzura de
almendrón a boca plena,
tardo vuelo de
alcatraz,
resaca invicta,
nombro apenas esta carne
de todo lo que no
recibió promesa de durar
en medio del
crepúsculo.
Lo que nadie sabe
es que esta tarde,
absorto con tu
olor, soy cuerpo al fin
nítidamente
transcurriendo,
viviendo en balde
y sin doctrina:
te respiro
para olvidar la
eternidad
y erguirme
inútil, pleno,
hasta una muerte
que se te parezca.
De: Yo que supe de la vieja herida
Armando Rojas Guardia
(1949). Poeta venezolano
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