sábado, 22 de junio de 2013

SOPHIA DE MELLO BREYNER ANDRESEN

ARTE POÉTICA I


Fotógrafía de Julián Simón López - Villalta






En Lagos en Agosto el sol cae a pico y hay sitios donde hasta el suelo está blanqueado. El sol es pesado y la luz leve. Camino por la acera junto al muro pero no quepo en la sombra. La sombra es una cinta estrecha. Sumerjo la mano en la sombra como si la sumergiese en agua.
La tienda del alfarero queda en una pequeña calle del otro lado de la plaza. Queda después de la taberna fresca y del taller oscuro del herrero.
Entro en la tienda del alfarero. La mujer que vende es pequeña y vieja, vestida de negro. Está frente a mí rodeada de ánforas. A derecha e izquierda el suelo y los estantes están cubiertos de vasijas alineadas, apiladas y amontonadas: platos, cántaros, cuencos, ánforas. Hay dos clases de barro: barro color de rosa pálido y barro rojo oscuro. Barro que desde tiempos inmemorables los hombres aprenden a modelar en una medida humana. Formas que a través de los siglos vienen de mano en mano. La tienda donde estoy es como una tienda de Creta. Miro las ánforas de barro pálido posadas frente a mí en el suelo. Tal vez el arte de este tiempo en que vivo me haya enseñado a mirarlas mejor. Tal vez el arte de este tiempo haya sido un arte de ascesis que sirvió para limpiar la mirada.
          La belleza del ánfora de barro pálido es tan evidente, tan cierta, que no puede ser descripta. Pero yo sé que la palabra belleza no es nada, sé que la belleza no existe en mí pero es apenas el rostro, la forma, la señal de una verdad de la cual ella no puede ser separada. No hablo de una belleza estética pero sí de una belleza poética.
          Miro el ánfora: cuando la llene de agua ella me dará de beber. Pero ya ahora me da de beber. Paz y alegría, deslumbramiento de estar en el mundo, relación.
          Miro el ánfora en la pequeña tienda del alfarero. Aquí flota una dulce penumbra. Allá afuera está el sol. El ánfora establece una alianza entre yo y el sol.
          Miro el ánfora igual a todas las otras ánforas, el ánfora innumerablemente repetida pero que ninguna repetición puede envilecer porque en ella existe un principio incorruptible.
          Sin embargo, allá fuera en la calle, bajo el peso del mismo sol, otras cosas me son ofrecidas. Cosas diferentes. No tienen nada de común ni conmigo ni con el sol. Vienen de un mundo donde la alianza está quebrada. Mundo que no está relacionado ni con el sol ni con la luna, ni con Isis ni con Démeter, ni con los astros ni con lo eterno. Mundo que puede ser un hábitat pero no es un reino.
          El reino ahora es sólo aquel que cada uno por sí mismo encuentra y conquista, la alianza que cada uno teje.
          Este es el reino que buscamos en las playas de mar verde, en el azul suspendido de la noche, en la pureza de la cal, en una pequeña piedra pulida, en el perfume del orégano. Semejante al cuerpo de Orfeo despedazado por las furias este reino está dividido. Nosotros buscamos reunirlo, buscamos su unidad, vamos de cosa en cosa.
          Es por eso que yo llevo el ánfora de barro pálido y ella es preciosa para mí. La pongo sobre el muro frente al mar. Ella es allí la nueva imagen de mi alianza con las cosas. Alianza amenazada. Reino que con pasión encuentro, reúno, edifico. Reino vulnerable. Compañero mortal de la eternidad.



De: Antología Poética


Selección, traducción y prólogo de
Rodolfo Alonso






Sophia de Mello Breyner Andresen

(1919-2004).Poeta portuguesa.

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