sábado, 18 de febrero de 2012

GABRIEL MANTILLA CHAPARRO





ELLA








     Ella era fresca, saltaba como loca por la vida
     Atravesando jardines de extraños dueños
     Con sus senos al aire que eran el tormento de curiosos
     Fruta desprendida del árbol del paraíso
     Tiraba sus redes por la colina,
     Seductora, como agua abandonada en el desierto
     Corría por el sendero que va al bosque
     Dejando huellas de su cuerpo en el follaje
     Orgullosa de sus cantos
     cubiertos sus pies de hermosas sandalias
     Salía siempre con la luz del día
     Regresaba a casa sólo cuando las tinieblas
     Lanzaban sus misterios en la Noche cerrada
     Y las sombras se alargaban
     Los campesinos dormían con sus manos sufridas
     O rendidos por el trabajo y la ebriedad

     Ese día, la hora cuando todas las casas
     estaban durmiendo la siesta
     en medio del sopor de una tarde aciaga
     Oí su canto río abajo, un son adolorido
     Traía desgarrados sus jóvenes pechos,
     Como si hubiera salido de una trampa
     Ya no era la mujer que conocía el arte de la vida
     Sino una ola cansada que llegaba a mi orilla
     Como cierva herida vagando por el bosque
     Algo había dañado su alegría
     Una grave amenaza, un horroroso peligro
     Algún mercenario oculto en la maleza
     Una serpiente infernal,
     Algo la sembró de miedo
     y borró de su rostro aquella sonrisa
     Estaba como ciega
     La vi correr por el medio de la calle bajo el sol ardiente
     Rumbo al abismo del final
     Corrí tras ella para detenerla
     Para que no nos abandonara
     Yo la amaba a distancia como una antorcha
     Que ve pasar a la princesa en los pasillos del palacio
     Mudo, encendido entre el dolor de no tenerla
     y el gozo de verla
     Siempre cantando y corriendo



     ¡Qué cruel combate la hubo herido!
     ¡Quién habrá de devolverme esa fulgurosa presencia!
     Ese rayo perfumado que pasaba a mi lado
     Cuando el tedio del día no tenía nada que ofrecer
     Ha quedado abierta una gran cicatriz en los días pasados
     Y una gran duda asalta los que habrán de venir

     Ella iba valle arriba y valle abajo
     Hacia el río donde se bañaba con su exquisita desnudez
     Como Diana, se abrían las corolas de las flores
     Y el bosque era una espesa canción

     La vi correr hacia el abismo
     Traía ausentes los ojos y el pelo desgarrado
     Ya no existía esa huésped de oro
     No pude alcanzarla, se lanzó a lo profundo
     Esa ha sido su tumba, cada tarde me acerco
     Al borde del risco y toco mi flauta
     Para que algún día ella entone desde allí su canción

     De tanta altura ha caído la mujer que amé
     Herida por la dura realidad del pantano
     Donde habitan demonios ocultos
     Quienes odian todo lo alegre, lo que quiere volar




De: Larga es la sombra (2001)





Gabriel Mantilla Chaparro
(Cali, 1954). Poeta venezolano.


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