martes, 21 de febrero de 2012

JUAN JOSÉ MESTRE



MARINA


Francesc Gimeno (1858 - 1927). Pintor catalán. Marina



Ciegas rompen las olas en el malecón impertérrito. Se oye un extraño
silencio de mar imitando al acecho, lúdico acertijo sobre unas lágrimas
que ni siquiera lloran. Un barco de papel naufraga, mudo, lentamente.
Lleva consigo unos versos que nunca se leyeron, tributo a los dioses que
han caído en el olvido.



NOCTURNO EN PROSA


Claude Monet. Pintor francés (1840 – 1926). El estanque en Montgeron




Ondas de agua se refractan con los últimos rayos de luz que el sol le
escamotea a la noche que sigue, imperturbable, su camino de mujer de
misterios de azabache. Es lo único que denota vida en el estanque. Los
pájaros regresan a sus nidos con la natural calma que les da el saber que
todo sigue el orden lógico. Los árboles negros contrastan con el dorado
desvaído del poniente. Un fresco perfume a hierbas comienza a inundar
el aire pleno de ozono y rosas.  Estalactitas de menta se derriten al
fundirse con el sereno embrionario. La luna juega con su rubor de
modorra para lograr la plata. Una melodía se oye a lo lejos. Bach. 
Y una rana se entrega al canto, sin que interesen disonancias.




Alex Ruiz. Pintor estadounidense Starry Night




Desde todos los soles
proyecto sombras

de todas las negruras
mis idénticos se componen

el infinito
no es más que una pizca de luz
repetida en los espejos






Juan José Mestre
(Venado Tuerto, Argentina, 1954) Poeta Argentino.


Nací en Venado Tuerto, plena pampa húmeda argentina en 1954, nieto de inmigrantes. Valenciano, libanés y criollo. Como casi todos los argentinos. De mi infancia, solitaria y feliz, recuerdo el sutil movimiento de las hojas de parras al ritmo perezoso del sol. Como no podía caminar a causa de mi parálisis cerebral, mi abuelo libanés me llevaba a recorrer el pueblo en una silla de bebé que usé casi hasta los seis años. De ida, todo bien; la vuelta a casa se complicaba un poco por los pastelitos y demás golosinas que entorpecían totalmente mi visión. Leíamos un poco de latín en la siesta y en invierno, otro de mis placeres: hacer dibujos ¿geométricos? con las bolitas de vidrio que refractaban el sol. Creo que en esos momentos descubrí la poesía. Después, la lucha por mi rehabilitación, la escuela, la adolescencia, los amigos, el periodismo en radio y semanarios, la madurez, la soltería, la vida que va pasando y hoy me encuentra en la misma casa que habitamos con la familia –ya muerta–desde siempre, hace ochenta años. Y yo, escribiendo y escribiendo –con algunos intervalos– desde que mis padres me compraron mi primera máquina Remington. La poesía, en mí y mi circunstancia, fue inevitable. Se puede decir que soy un solitario. Pero a medias. Me gustan las charlas con amigos y no dejo un buen libro por nada del mundo. Me preocupa el destino del hombre que, intuyo, va hacia el abismo. 
Juan José Mestre

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