SUEÑO
Soñé que estabas muerta y tu cabello negro
rodeando los ojos matinales cerrados para
siempre
y mi dolor iba y venía
en torno tuyo aullando como un perro.
Mas he aquí que vives sin que nos quepa
duda,
tan irrefutable, decididamente,
eres indiscutible como semilla,
como la savia, como el sexo.
Te comparo con la imagen detenida en mi
sueño
y miro toda esta vida allá tan quieta:
sólo bajo unos párpados cerrados
apresando una inmensa oscuridad
se te podría mirar así, tan ciegamente.
Vale quizá soñarte y regresar del sueño
para renacer al asombro de que existas
tan viva, vivamente.
Oh, fibra conmovida de todo lo que existe,
quererte es querer los hombres las yerbas
y soñar con tu muerte es soñar lo
imposible
de que la vida un día decidiera ausentarse
para siempre de sí
y de todos los seres.
Pero a pesar de todo he soñado
y tu cabello negro caía como el llano
en torno de los ojos matinales cerrados
para siempre.
De: Los nombres de la vida ( 1947)
Carlos Augusto León
(1914-1997). Poeta, ensayista,
periodista y crítico venezolano.