FRAGMENTOS DE UN TALLER
ARS POÉTICA
William Blake (1757 – 1827). Pintor
poeta y místico inglés.
Un poema lleva a Dios, pues un poema es una
forma de Dios. No es el hombre quien habla, es Dios, solamente Dios por medio
del poeta. Salomón no nos canta en el Cantar de los Cantares, es Dios, de aquí
el misterio del verdadero poema.
La primera línea del poema es el poema.
La última, reitera con
otras palabras la primera. Las líneas centrales son meramente puentes para que
la cabeza y la cola se confundan, en circunferencia.
Unos preguntan por el valor de sus poemas.
¿En qué sentido? Si el valor se refiere a los ajustes formales posiblemente
estén bien o mal. Existen normas que se aprenden por medio de manuales o
simplemente estudiando a poetas, sus mejores poemas, libros. Si un texto se
imita bien, el poema estará, formalmente logrado. Es truco, mero truco.
Engañabobos.
Un poema transparente es mudo, deja que todo
se vea igual. Se podría decir que no existe. Ni siquiera se oye.
Un verdadero poeta ha escrito los peores
poemas que ha roto o todos han olvidado, incluso él. Son la parte que
complementa la condición humana.
El tiempo por todos nosotros es un tiempo
diferente al conceptualizado por las culturas nórdicas –además, entre estas
últimas se notan diversas. La rigidez de la forma, ideas y discurso no necesita
profundizarse: es evidente. Nuestro tiempo es flexible, moldeable a nuestras
necesidades, además, cambiante. “No nos podemos bañar dos veces en el mismo río”,
afirmaba Heráclito. Nada mejor para definirnos. Nuestros mejores poetas
captaron ese tiempo, vuelto lenguaje, idea.
Si se invierten las palabras, el poema
desaparece. Si se las cambian, desaparece. Si se mutila, desaparece. El poema
es único, exacto.
La primera lectura es para los ojos. La
segunda, para el oído. La tercera, reposa en la emoción. La cuarta, para los
otros. La quinta se multiplica en el tiempo. Es el destino del Poema que ha
encontrado un centro.
Los equivocados con la
poesía terminan a veces como líderes de movimientos poéticos en los asilos
llamados Centros de Estudios Poéticos, Asociaciones Internacionales de Poesía,
Clubes de la Metáfora Cósmica, etc. Ahí respiran el oxígeno embotellado de las
palabras de aliento.
Pulir y pulir versos: las monedas de oro se
convierten en polvo, imperceptiblemente, entre las manos. No son los trabajos
de Sísifo, sino del mal poeta que no entiende la perfección del oro.
Un poema erótico que no
produzca erección en su lector, deseo, nada tiene de erótico, por más intentos
que busque nuestro fracasado autor por otras vías ajenas, claro está, al poema.
La belleza de un poema parte de la calidad
interior del artesano. Esa calidad como Midas conforma belleza. Perdida esa
calidad como Midas conforma palabras pero de forma aparente: ideas al aire, sin
gravedad, imágenes sin fundamento.
Si un poeta declara ser
inteligente uno se encamina hacia la otra dirección. Si expresa que su
lenguaje, estilo, están depurados hay que evitar su lectura. Si habla
pomposamente de humildad, sensibilidad y otros atributos algún vendedor está
tocando a su puerta.
Contrario a la creencia popular el verdadero
poeta es un monje. No enclaustrado entre prejuicios, enfrentado a una lucha
eterna contra los deseos, sino un monje que vive como el resto de los hombres,
con el resto de las pasiones humanas, que vive, de hecho, una vida común que la
dignifica de adentro hacia fuera, de afuera hacia adentro. Un monje, esclavo,
que obedece a su condición de búsqueda poética.
La ayuda óptima para un poeta es no
ayudarlo. Hacer las cosas más difíciles, casi imposibles. A partir de entonces
se sabrá frente a qué tipo de poeta estamos y la ayuda no será necesaria.
Los mejores versos de un poeta son los que
gustan pero no están en las antologías.
El mejor poeta no tiene nombre.
El mejor poema pierde el autor.
Si el poema no sale, no sale. Forzar la
escritura es lo suficiente como para dar principio al engaño. Posiblemente la
imagen del poeta esté en juego, lo que hace que se fuerce, se niegue. Si nada
hay por escribir, no se escriba.
El país existe por sus poetas. son los
únicos héroes silenciosos de la lengua, la sensibilidad, la cultura. Mientras
una tierra no los tenga, la nación es un trozo de carne que se pudre en la
intemperie de los políticos y las matanzas. Veamos la historia.
De:
Fragmentos
de un taller, Ars Poética (1990)
Reinaldo
Pérez Só
(Caracas,
1945) Poeta, traductor y médico venezolano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario