martes, 4 de septiembre de 2012

LUDOVICO SILVA



VENUS A ORFEO


 
Santiago Pallini (1951). Artista argentino.




Catástrofes de piedra, albas de hielo,
yacimientos de muerte y esperanza
como espumas se elevan a tu cielo;

y en lo más alto del amor aún danza
sobre la mar, es una tumba de oro,
la luz dorada que en mi noche avanza.

Cantas en mis vocablos como un coro
de mineros hundidos en las peñas
buscando un ciego y lúcido tesoro;

pero antes hallarán unas pequeñas
piedras de luz los hombres de la roca
que tú el diamante que en la sombra sueñas.

Una montaña de hambre te convoca
con el sonoro y místico instrumento
de la lira que canta con tu boca,

y aunque el bosque se mueva con el viento
y enloquezca en la noche tu hondo armonio
como en temblor total del firmamento,

tú permanecerás junto al insomnio
sin poder preferir lo que prefieres
y sin poder triunfar de tu demonio.

¡Triste montaña, Orfeo, en la que mueres
sacrificando noches y linternas
para alumbrar un pueblo de mujeres!

¡Qué tumulto de ménades y piernas
quieren ahogar tu voz y tu deseo
de soñar para el hombre albas eternas!

Desde mi densa soledad te veo
perseguido por ménades furiosas
que odian tu nombre y tu belleza, Orfeo.

Son las furias de siempre escandalosas
amenazando al hombre cuando canta
y hace danzar el orden de las cosas.

Pero veo también  cómo levanta
tu ser su dignidad, porque los cielos
de su divinidad te dieron tanta

que a pesar de la hembra, honda de celos,
tu cuerpo hecho de címbalos y liras
libremente pasea por los suelos.

***

Las melodiosas flores que respiras
dulces tallos ondean donde mecen
la suave ondulación con que las miras.

¿No oyes silbar los cedros que amanecen
y el temblor cristalino de la aurora
y un susurrar de cosas que verdecen?

Como del  virgen bosque donde mora
tu firme soledad, surgen las aves,
de ti vuela tu voz, ave sonora;

y en tintineo de infantiles llaves
suena el río feliz por la cañada
lleno de garzas como blancas naves

mientras sueñas un agua transformada
por el remo tenaz de tu memoria
en la Venus de piel maravillada.

No se para jamás la ciega noria
de tu amor en el tiempo, ni se cansa
de imaginar la piel evocatoria

por donde el sueño con su tacto avanza
piedras verdes creando en la pupilas
para mirar, mirar con esperanza.

Tu lira ve danzar manos tranquilas,
delicadas arañas con que ahora
la tela del amor cantando hilas.

Con el canto la vida se demora
y avanza un blanco pie por la pradera
despertando las cosas en la aurora.

La vida, Orfeo, ociosa y pasajera,
la vida de los hombres y las cosas
con el canto se vuelve duradera.

¡Rosal eterno en las mortuorias losas!
Antes se morían las rosas vivas
que la perfecta forma de las rosas.

Toca el río con aguas sensitivas
los dedos de tus pies, serpea y toca
la quietud de las odas fugitivas;

toca el río la fuente de tu boca
y el río y tus palabras se confunden
de no saber quién sueña y quien evoca.

Así las horas de vivir se funden
en la hora de morir, lago fecundo
donde el orgullo y la pasión se hunden.

Y así tu canto, respirar profundo
del universo, enciende los fanales
que alumbran el corazón del mundo.



De: La soledad de Orfeo, Cantata.



Ludovico Silva
(Caracas, 1937 – 1988). Poeta venezolano


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