LA PASIÓN PACIENTE
William Adolphe Bouguereau (1825 – 1905). Pintor francés. Penélope
El arte es un sacramento fundado en lo carnal
Thomas Mann
Hay un poema hermosísimo de Kavafis, llamado Ítaca, que puede explicarnos la relación de la literatura con el erotismo.
En ese poema Kavafis nos habla de un largo viaje que debemos emprender a Itaca y nos dice que lo retardemos en lo posible, pues en la travesía encontraremos las más finas mercancías, el esplendor del coral, ébano y perfumes. Itaca es el cese, el fin. La muerte. La literatura y el erotismo son la travesía, el espacio de la riqueza. El tiempo otorgado a la seducción, la gran aventura del cuerpo y del alma. Itaca no es el goce. Por ello, eros y muerte se hermanan. Lo importante en la literatura no es terminar un libro, sino vivirlo, hacerlo, pulsarlo. El tiempo empleado en su elaboración, las caricias, la lentitud en sus correcciones, la vibración en su relectura, constituyen la máxima expresión de su eros. El final es Itaca, la muerte del amante y el comienzo del lector. Toda obra de arte verdadera surge al amparo de muchos dioses, pero sin eros no hay obra. Esto nos lo enseñó Platón en El banquete.
Existe también un cuento de Borges que nos habla de ello. Se llama Las ruinas circulares. Se trata de la historia de un hombre que quiso soñar a otro hombre y después de numerosos fracasos, soñó con un “corazón que latía”. Ese hombre soñó (creo) desde el centro de la pasión, pero es preciso saber retardar la llegada a un centro de concentración y consumación. Se trata de una paciencia en la pasión y en la seducción por la palabra.
La literatura es cuerpo, carnalidad vuelta alma y espíritu. El eros de la literatura es un viaje y un canto hacia un centro improbable, un centro intuible que va haciéndose en travesía, en los encuentros y en la escucha de otro. Eros y amor.
De: Cómo leer la poesía
Hanni Ossott
(1946 – 2002) Poeta, ensayista, traductora y docente universitaria venezolana
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