ZANAHORIA RALLADA
El primer suicidio es
único.
Siempre te preguntan si
fue un accidente
o un firme propósito de
morir.
Te pasan un tubo por la
nariz,
con fuerza,
para que duela
y aprendas a no
perturbar al prójimo.
Cuando comienzas a
explicar que
la-muerte-en-realidad-te
parecía-la-única-salida
o que lo haces
para-joder-a-tu-marido-y-a-tu-familia,
ya te han dado la
espalda
y están mirando el tubo
transparente
por el que desfila tu
última cena.
Apuestan si son fideos
o arroz chino.
El médico de guardia se
muestra intransigente:
es zanahoria rallada.
Asco, dice la enfermera
bembona.
Me despacharon
furiosos,
porque ninguno ganó la
apuesta.
El suero bajó aprisa
y en diez minutos, ya
estaba de vuelta a casa.
No hubo espacio donde
llorar,
ni tiempo para sentir
frío y temor.
La gente no se ocupa de
la muerte por exceso de amor.
Cosas de niños,
dicen,
como si los niños se
suicidaran a diario.
Busqué a Hammett en la
página precisa:
nunca diré una palabra
sobre tu vida
en ningún libro,
si puedo evitarlo.
De: Valiente
ciudadano (1994)
Miyó Vestrini
(1938 – 1991) Poeta venezolana nacida
en Francia
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